Hubo un famoso hereje, de figura aún hoy día controvertida, nacido en Hispania en el siglo IV, que se llamó Prisciliano y fue obispo de Ávila. Se cuenta de él y de sus seguidores, aparte de muchas otras desviaciones religiosas, que consagraban en la Eucaristía con uvas o incluso con leche, en lugar de vino. Y ojo, como nos recuerda Menéndez y Pelayo en su famosísima Historia de los heterodoxos españoles, esta práctica aún existía en el 675, cuando se celebró el III Concilio Bracarense, que la condenó; no olvidemos que el Priscilianismo perduró en tierras de Galicia nada más y nada menos que tres siglos.
También poseemos el dato, que recojo del teólogo Johannes Betz, de que los montanistas, herejía que tuvo en Tertuliano (c. 160- c. 220) uno de sus más insignes miembros, realizaban el banquete eucarístico con queso.
Resulta innecesario entrar en detalles del porqué estas prácticas eran heréticas: todos sabemos que los cuatro relatos que se conservan de la institución de la Eucaristía (Mc 14, 22-25; Mt 26, 26-29; Lc 22, 19-20; 1Co, 11, 23-25) hablan de cómo Cristo consagró el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.
¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del altar!
Fuentes:
- Menéndez y Pelayo, Marcelino; Historia de los heterodoxos españoles; Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.
- Miret Magdalena, Enrique (prol.); Diccionario de las religiones, k-z; Espasa Calpe, Madrid, 1998.