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12 septiembre 2011 1 12 /09 /septiembre /2011 21:24

Para estudiar el tema de cómo san Agustín trata la percepción de la verdad, debemos mencionar la llamada teoría de la iluminación. A pesar de que en dicha teoría elaborada por el santo encontramos elementos platónicos y neoplatónicos, siguiendo el esquema del filósofo Plotino (siglo III), que establecía una analogía entre Dios y el sol de lo inteligible, volvemos a  hallar aspectos de la cristianización realizada por el obispo hiponense: para él este Sol es la Luz divina del Dios cristiano, que alumbra la razón humana cuando ésta busca las verdades eternas o ideas: “Las ideas son las formas principales, las razones estables e invariables de las cosas, que en sí mismas son no "formatas", y por eso son eternas, siempre permaneciendo de un mismo modo en el divino entendimiento. No nacen ni mueren, sino que según ellas se forman todas las cosas que pueden nacer o existir y las que en realidad nacen y perecen. No toda alma, sino el alma racional las puede intuir con aquella parte más excelente que tiene y que se llama mente o razón, como con una especie de ojo o vista interior e inteligible. Aún más, esta intuición de las ideas no las logra un alma racional cualquiera, sino el alma pura y santa, que tiene una vista sincera, serena, sana y semejante a las cosas que intuye en su inteligibilidad” (De diversis quaestionibus octoginta tribus; q.46). Podemos ver que el sabor platónico es evidente, pero siempre dentro de la doctrina católica.[1]

Por otra parte, en la cita textual que hemos transcrito en el párrafo anterior, queda claro que san Agustín se centraba en el conocimiento de lo eterno, de las ideas, ya que ahí radicaba la verdadera sabiduría o ratio superior. Para ser más específicos, podemos afirmar que establece tres estratos en el conocimiento. En primer lugar estaría la sensación, poseída tanto por los hombres como por los animales; en segundo lugar, la ratio inferior, que es conocimiento racional, pero enfocado a la acción: se captan los objetos materiales con los sentidos, pero la mente trabaja sobre ellos a partir de los modelos eternos o ideas; y finalmente, en el tercero, está la contemplación de las verdades eternas, sin intervención de la sensación: esta sería la ratio superior.[2]

Pero no sólo esto se puede deducir del texto antes reproducido. Aún más, esta intuición de las ideas no las logra un alma racional cualquiera, sin el alma pura y santa”. Para san Agustín, la razón más alta no podrá alcanzar su objetivo, la Verdad última, Dios mismo, si no se ve auxiliada por la gracia que otorga las virtudes teologales, fe esperanza y caridad.[3] He ahí su polémica con Pelagio: el hombre, tocado por el pecado original, es incapaz de lograr la santidad sin la gracia.



[1] Cf Ferrer Santos, U.-Román Ortíz, Á. D., San Agustín de Hipona, en Fernández Labastida, F. Mercado, J. A. (editores), Philosophica: Enciclopedia filosófica on line, URL: http://www.philosophica.info/archivo/20102008/voces/agustin/Agustin.html.

[2] Cf Ibid.

[3] Cf Ibid.

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