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15 febrero 2013 5 15 /02 /febrero /2013 13:04

       Como ya escribí hace un par de años en el primer artículo de esta serie acerca del antiguo culto a la Virgen María, aunque se piensa que en las Sagradas Escrituras las alusiones a la devoción mariana son nulas, esto no es así, ya que a pesar de presentarse forma velada, vemos en ellas el germen de la posterior veneración a la Madre de Nuestro Señor Jesucristo. Analicemos un claro ejemplo concerniente al libro del Apocalipsis:

 

Y apareció en el cielo un gran signo: una Mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en su cabeza. Estaba embarazada y gritaba de dolor porque iba a dar a luz. Y apareció en el cielo otro signo: un enorme Dragón rojo como el fuego, con siete cabezas y diez cuernos, y en cada cabeza tenía una diadema. Su cola arrastraba una tercera parte de las estrellas del cielo, y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se puso delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su hijo en cuanto naciera. La Mujer tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones con un cetro de hierro. Pero el hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono, y la Mujer huyó al desierto, donde Dios le había preparado un refugio para que allí fuera alimentada durante mil doscientos sesenta días. Entonces se libró una batalla en el cielo: Miguel y sus Angeles combatieron contra el Dragón, y este contraatacó con sus ángeles, pero fueron vencidos y expulsados del cielo. Y así fue precipitado el enorme Dragón, la antigua Serpiente, llamada Diablo o Satanás, y el seductor del mundo entero fue arrojado sobre la tierra con todos sus ángeles. Y escuché una voz potente que resonó en el cielo: «Ya llegó la salvación, el poder y el Reino de nuestro Dios y la soberanía de su Mesías porque ha sido precipitado el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios. Ellos mismos lo han vencido, gracias a la sangre del Cordero y al testimonio que dieron de él, porque despreciaron su vida hasta la muerte. ¡Que se alegren entonces el cielo y sus habitantes, pero ay de ustedes, tierra y mar, porque el Diablo ha descendido hasta ustedes con todo su furor, sabiendo que le queda poco tiempo!». El Dragón, al verse precipitado sobre la tierra, se lanzó en persecución de la Mujer que había dado a luz al hijo varón. Pero la Mujer recibió las dos alas de la gran águila para volar hasta su refugio en el desierto, donde debía ser alimentada durante tres años y medio, lejos de la Serpiente. La Serpiente vomitó detrás de la Mujer como un río de agua, para que la arrastrara. Pero la tierra vino en ayuda de la Mujer: abrió su boca y se tragó el río que el Dragón había vomitado. El Dragón, enfurecido contra la Mujer, se fue a luchar contra el resto de su descendencia, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús (Apocalipsis, 12, 1-17).

 

        ¿Pero quién es esa mujer que aparece en el cielo revestida de sol, con la luna bajo sus pies y coronada con doce estrellas, como símbolo de los doce apóstoles y de las doce tribus de Israel? ¿A qué mujer se refiere el Apocalipsis cuando menciona que tuvo un hijo varón que debía regir a todas las naciones, y de la cual todos los que obedecen los mandamientos de Dios y poseen el testimonio de Jesús son también descendientes? ¿No será esta mujer María, madre del Mesías y de todos los miembros de la Iglesia, el Nuevo Israel? Los detractores de esta interpretación mariana de dicho pasaje apocalíptico alegan que aquella mujer no sería sino una metáfora de la Iglesia, que debe dar a luz al Mesías  siempre con sufrimiento, y cuyos hijos, es decir, nosotros, sufriríamos inevitablemente persecuciones. Pero una vez más debemos acudir a los finos argumentos de Benedicto XVI, que en el segundo tomo de su Jesús de Nazaret, nos habla de un concepto importante para la interpretación tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, que es el de la personalidad corporativa. El pueblo judío sabía perfectamente que muchas alusiones a personajes concretos y oraciones realizadas a lo largo de la Biblia no sólo tenían un significado personal, individual, sino que hacían referencia a toda la comunidad. Así ocurre con los salmos, tal y como ya comenté en el artículo acerca del significado del grito de Cristo en la cruz ("Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" -Mc 15, 33-34-), que sería un asumir el sufrimiento de todos los hermanos abandonados por parte de Jesús. Por ello la Iglesia de los primeros siglos, nos recuerda el Santo Padre Benedicto XVI, no tuvo problema alguno en ver a la mujer del Apocalipsis, siguiendo el esquema típico de la personalidad corporativa, como la Virgen María, y a la vez como la naciente Iglesia, de la cual María es figura. 

        Es este un aspecto importantísimo, porque si como hemos expuesto en este post, la mujer del Apocalipsis es María, la Madre de Dios, estaríamos ante un auténtico ejemplo de devoción mariana en las Sagradas Escrituras: no olvidemos que el pasaje expuesto anteriormente menciona que es la madre de todos los cristianos.

       ¡Bendita sea la Inmaculada siempre Virgen María, Madre de Dios y de los hombres! ¡Intercede por nosotros, pecadores!

 

Fuentes:

  • Benedicto XVI; Jesús de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección; Encuentro, Madrid, 2011.
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10 octubre 2012 3 10 /10 /octubre /2012 19:35

      Quedan sólo dos días para que celebremos una gran festividad: el día de la Virgen del Pilar, también llamado Día de la Hispanidad, porque fue ese día cuando Cristóbal Colón arribó por vez primera, en 1492, a las costas americana. Con el escaso respeto que siente el pueblo español hacia su historia y hacia su país en general, no creo que se sienta muy orgulloso de festejar tan magno acontecimiento. Pero todavía los habemos que sí, ¡gracias a Dios!

      Cuenta una antiquísima tradición cristiana, que la Virgen, aún viviendo en este mundo, antes de que se produjera su bendita Asunción, vino al encuentro del apóstol Santiago en Zaragoza, el cual se encontraba muy desanimado ante la tarea que Dios le había encomendado. Dice la misma tradición que esta visita de María a Santiago se produjo el 2 de enero del año 40 d.C. Allí, junto al río Ebro, la Virgen María entregó una columna para que con ella comenzaran a construir lo que debería ser el prmer templo dedicado a la Virgen en toda la historia; el emplazamiento de ese vetusto edificio, como tal vez habréis imagino ya muchos, es el mismo en el que se encuentra la actual y bellísima Basílica del Pilar.

    No es una aparación mariana como las posteriores; ni siquiera tal vez se le debería llamar aparición, porque ocurrió en vida de la Madre de Dios. Sólo España, exceptuando Egipto (y según los etíopes, Etiopía), recibió este magno regalo de Nuestra Señora. ¡Que nunca olvidemos los españoles que somos Tierra de María, que estamos unidos a Ella desde nuestra misma raíz histórica! ¡Y que Nuestra Señora del Pilar nunca deje de protegernos, a pesar de nuestro incesante intento por alejarnos de los caminos de su amado Hijo! ¡Feliz día de la Virgen del Pilar a todos!

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30 abril 2012 1 30 /04 /abril /2012 21:59

         Decíamos en el penúltimo artículo, si la memoria no me juega una mala pasada, que uno de los motivos que llevaron al historiador positivista galo Ernest Renan (1823-1892) a cambiar su opinión acerca de la perpetua virginidad de María, y pasar a defenderla, fue el pasaje de Jn 19, 26-27, en el que Cristo, moribundo en la cruz, encargó el cuidado de su Madre a su discípulo amado, San Juan, y a su vez, otorgaba a María la maternidad espiritual sobre el mismo. Como vimos, el fragmento es bastante llamativo, ya que si Jesús tenía varios hermanos carnales, ¿cómo iba a delegar la responsabilidad de hacerse cargo de su Madre a San Juan, en lugar de a aquéllos?

         Pero hubo otro susurro evangélico que fue decisivo en el cambio de parecer de Renan, siguiendo, por enésima vez, el maravilloso trabajo de Messori, Hipótesis sobre María: mientras de esos hermanos de Jesús no se les llama en ningún pasaje hijos de María, de Cristo se dice constantemente. Y no como un hijo entre varios, sino el hijo de María. Pero lo más significativo es que en el mundo semítico el hijo no suele ser mencionado con el nombre de su madre, menos en los casos en que ésta sea viuda y no tenga más hijos.

        Interesante, cuanto menos. Es el Dios que va dejando señales, indicios...

        ¡Bendita sea María siempre Virgen!

 

Fuente:

Messori, Vittorio; Hipótesis sobre María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.

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24 abril 2012 2 24 /04 /abril /2012 20:37

    Fijémonos en otro dato importante, usado por Josef Blinzler, y recordado de nuevo por el italiano Vittorio Messori, y que de nuevo, de forma ya muy insistente, nos sugiere que los llamados hermanos de Jesús no eran hijos carnales de María Santísima.

    No puede haber ningún historiador ni teólogo serio, ni siquieta los que hablan de una maternidad múltiple de María, que niegue, aún en ese último caso, que Cristo era el primogénito:

Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, como está escrito en la Ley: "Todo varón primogénito será consagrado al Señor" (Lc 2, 22-23).

    Pero bien; si leemos Mc 3, 20-22, vemos lo siguiente:

Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado». Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: «Está poseído por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de los Demonios.

    Se ve claramente en estos versículos del Evangelio de Marcos que los familiares de Jesús estaban asustados por las cosas que hacía y decía, y por miedo a lo que pudieran hacer los fariseos, intentaron apartarlo del gentío, diciendo que no estaba en su sano juicio. Y entre estos familiares se supone que deberían encontrarse los hermanos del Señor, ¿no es así? Ahora bien, hemos dicho ya unas líneas más arriba que los famosos hermanos carnales de Cristo sólo pudieron ser menores que Él, ya que sin ninguna duda se trataba del primer nacido. Pero cualquiera que conozca mínimamente las costumbres orientales de la Antigüedad, comprenderá perfectamente que un hermano carnal nunca (y digo bien, nunca) podría llamar la atención del hermano mayor, algo que quedaba reservado únicamente al padre. Por tanto, si entre esos familiares había hermanos del Señor (lo que es de suponer, aunque no se afirme explícitamente en el Evangelio), queda claro que eran mayores que Él, por lo que no podía tratarse de hermanos carnales de Jesús.

 

P.D.: el título de primogéntio en ningún caso quiere decir que María tuviera posteriormente más hijos, como algunos pretenden, ya que era un título otorgado al primer hijo en el momento de su nacimiento, por la importancia que en la tradición judía tenía la cuestión. Como bien señala Vittorio Messori, se han conservado lápidas arameos de aquella fecha que hablan de madres que murieron al dar a luz al hijo primogénito.

 

¡Bendita sea la María, la siempre Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra!

 

Fuentes:

Messori, Vittorio; Hipótesis sobre María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.

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17 abril 2012 2 17 /04 /abril /2012 23:23

      Tratemos ahora, en los sucesivos posts, argumentos complementarios que indican claramente que los hermanos del Señor nombrados en los Evangelios (nos referiremos ahora tan sólo a los varones: Santiago, José, Simón y Judas) en ningún caso son hermanos carnales, de los mismos padre y Madre, del Señor. Alguno de estos pasajes ha servido incluso para convencer a reacios críticos de la virginidad postparto de María; es el caso del siguiente, brillantemente expuesto por Vittorio Messori a partir de los estudios del exegeta ya mencionado en los anteriores artículos, Josef Blinzler; argumento, como decíamos, que ayudó a abrir los ojos a Ernest Renan (1823-1892), historiador francés, que abandonando su fe católica abrazó con fuerza la creencia positivista y racionalista en el avance científico. Hablamos de la escena en que Cristo, crucificado, antes de morir, encomienda a Juan el cuidado de su Madre María Santísima -y podríamos decir que viceversa-:

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, ahí tienes a tu hijo". Luego dice al discípulo: "Ahí tienes a tu madre". Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa (Jn 19, 26-27).

       Analicemos la cuestión, siguiendo el discurso de Messori y Blinzler: si Jesús hubiera tenido hermanos carnales -varones-, ¿habría encargado la custodia de su Madre a San Juan? Sería, desde luego, algo completamente ilógico, y un auténtico desaire a los otros supuestos hijos carnales de María.

 

       ¡Bendita sea Santa María siempre Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra! ¡Ella interceda por nosotros para que consigamos al menos parte de su pureza!

 

Fuentes:

Messori, Vittorio; Hipótesis de María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.

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12 abril 2012 4 12 /04 /abril /2012 20:21

        Veamos hoy otra de las tesis mantenidas, también muy plausible, para explicar a quiénes se refieren los libros del Nuevo Testamento al hablar de los hermanos (y hermanas, no lo olvidemos) del Señor. Hablamos en este caso de la teoría que defiende el concepto de hermanos como miembros del grupo de discípulos de Cristo.

        Para exponer esta visión, Messori alude a la investigación hecha por el biblista y docente José Miguel García (¡honra ver entre los mayores expertos mundiales en la Sagrada Escritura a un autor español!), quien partiendo del pasaje de las Bodas de Caná (Jn 2, 1-12), observa lo siguiente:

1 Tres días después se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

2 Jesús también fue invitado con sus discípulos.

3 Y como faltaba vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino».

4 Jesús le respondió: «Mujer, ¿qué tenemos que ver nosotros? Mi hora no ha llegado todavía».

5 Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan todo lo que él les diga».

6 Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, que contenían unos cien litros cada una.

7 Jesús dijo a los sirvientes: «Llenen de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta el borde.

8 «Saquen ahora, agregó Jesús, y lleven al encargado del banquete». Así lo hicieron.

9 El encargado probó el agua cambiada en vino y como ignoraba su o rigen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo

10 y les dijo: «Siempre se sirve primero el bu en vino y cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio, has guardado el buen vino hasta este momento».

11 Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él.

12 Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus discípulos, y permanecieron allí unos pocos días.

 

Como vemos en los versículos 1 y 2, la Virgen María estaba allí, y se dice que fue invitado también Jesús con sus discípulos, pero nada se dice de sus hermanos. En cambio, en el último versículo del pasaje (12), vemos cómo Jesús, tras aquella boda, descendió con su madre, sus hermanos y sus discípulos a Cafarnaum. Como vemos, ahora sí los menciona. ¿Cómo es posible que en un primer momento nada se diga de ellos, y sí al final de la narración? El investigador José Miguel García resuelve esta incongruencia haciendo un análisis lingüístico del texto. Dice el biblista que la partícula griega kai traduce textualmente un waw arameo que, con frecuencia, corresponde a la conjunción copulativa española y. Pero, en este caso, el waw es explicativo y su equivalente español es por tanto, es decir, o sea. Esto se ve claro en otros pasajes neotestamentarios, en los que el texto se hace mucho más comprensible si traducimos esa partícula kai con el sentido de por tanto. Por ejemplo, Marcos 15, 1: Los sumos sacerdotes, los ancianos, y los maestros de la ley y (kai) el tribunal supremo en pleno... Esto no es muy lógico, ya que los sacerdotes, los ancianos, y los maestros de la ley  formaban de por sí el tribunal supremo; en cambio, si traducimos el versículo como Los sumos sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley, es decir, el tribunal supremo en pleno, resulta mucho más plausible. Así expuesto el tema, siguiendo la explicación de  J.M. García, posiblemente la auténtica traducción del versículo 12, capítulo 2 de Juan, sería la siguente: Después de esto, descendió a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos es decir sus discípulos (...).

A esta argumentación, añade el exegeta García un importante detalle, que nos es mostrado por V. Messori. Si estos hermanos fueran auténticos, es decir, de mismo padre y madre, la vuelta, después de las Bodas de Caná, debería ser a la casa familiar, en Nazaret. Pero en cambio van a Cafarnaúm, ciudad en la que Cristo se asentó para realizar su predicación en Galilea; esto es mucho más comprensible si aceptamos que esos hermanos de Jesús no eran familiares, sino discípulos.

Como podermos notar, es una visión diferente a la de los primos, defendida por autores como Bastero de Eleizalde o Blinzler, pero que también es muy respetable y que nos parece magníficamente argumentada. Algunos de los lectores de este artículo pensarán que esta divergencia entre pareceres a la hora de explicar el significado del término hermano se debe a un intento artificial por defender el dogma de la virginidad perpetua de María; a estos lectores, sólo me queda decirles que lean el primero de los artículos dedicados a la virginidad perpetua de Nuestra Señora, donde queda demostrado cómo la creencia en esta virginidad perpetua es anterior al establecimiento del dogma, y cómo las diferentes teorías acerca del significado de la palabra hermano aparecen cuando por el distanciamiento en el tiempo respecto a la época de Jesús y a los años inmediatamente posteriores (cuando no hacía falta explicar nada, ya que todos los cristianos sabían que el término hermano en el mundo semítico tenía un significado mucho más amplio), empiezar a surgir dudas en cuanto a la cuestión.

 

¡Bendita sea la Inmaculada siempre Virgen María, Madre del Resucitado!

 

Fuentes:

Messori, Vittorio; Hipótesis sobre María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.

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4 abril 2012 3 04 /04 /abril /2012 14:47

      Como dije en el post anterior, vamos a analizar algunas de las posibles relaciones o parentescos que esos hermanos del Señor mantenían con Él, rechazando, evidentemente, la posibilidad de que fueran hermanos de la misma Madre, que queda desmontada, como ya señalamos, y seguiremos señalando con argumentos bien cimentados. Pero empecemos por orden:

       Los autores que interpretan el concepto de hermanos del Señor en el sentido de hermanos carnales, suelen indicar la existencia de una serie de versículos del Nuevo Testamento, entre los cuales estarían los siguientes: Mc 3, 31-35; Mt 13, 53-56 ó Hch 1, 14. Si nos fijamos, todos estos pasajes hacen referencia a la vida pública de Jesús o a la Iglesia nacienteen el cenáculo tras la Ascensión de Jesucristo. Pero ninguno transcurre en los años de la infancia del Mesías. Con toda seguridad, muchos investigadores dirán que es completamente lógico, ya que los capítulos que hablan de la niñez de Jesús son escasísimos, y que por tanto la probabilidad de que en ellos se mencionara a los hermanos carnales de Cristo sería mucho menor. Estaríamos hablando tan sólo de Mateo 1 y 2, y los dos primeros capítulos de Lucas (considerando también la Anunciación, etc.). Además, dirán los investigadores ávidos por desmontar el dogma de la Virginidad Perpetua, es posible que María tardara un tiempo en dar a luz al resto de hijos que tuvo, y que por ello no encontremos restos en esos Evangelios de la Infancia. Pero esto no es exactamente así, ya que en el capitulo 2 del Evangelio de Lucas, encontramos un pasaje que a mi juicio se le ha prestado poca atención en lo referente al tema de los hermanos del Señor. Es el siguiente:

Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.

Y sucedió que al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" Él les dijo: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?" Pero ellos no comprendieron  la respuesta que les dio

Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. (...). -Lc 2, 41-51-.

Cuando Cristo se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres, tras la peregrinación de la familia por Pascua, tenía Jesús nada más y nada menos que doce años; María ya debería haberle dado más de un hermano a Cristo ¿Por qué, si el Señor tenía hermanos carnales, no son mencionados en este pasaje lucano, tan propicio para ello? Tan propicio, claro, si verdaderamente estos hermanos de padre y madre hubieran existido. Porque lo que está claro es que el mismo San Lucas conocía a los llamados hermanos de Jesus, tal y como vemos en los Hechos de los Apóstoles, obra redactada por él, y la cual en un principio posiblemente formaba una sóla narración junto a su Evangelio.

Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1, 14).

También en su Evangelio nombra a los hermanos de Cristo:

Se presentaron donde Él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: "Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte" (...) -Lc 8, 19-20-

Por tanto, no se puede alegar que San Lucas no mencionara a los hermanos carnales de Jesús en el pasaje del Niño perdido y hallado en el Templo porque no le interesara el tema, ya que sí los nombra en otros pasajes, tanto de su Evangelio como de los Hechos. Entonces, ¿por qué no los menciona en dicho pasaje? Todas las referencias que encontramos en el Nuevo Testamento a los hermanos de Jesús. están en relación con momentos de la vida del Señor en los que se supone (no podemos asegurarlo al 100%, evidentemente) que ya no vivía San José. Creo sinceramente que esta ausencia de mención a los hermanos de Jesús en Lc 2, 41-51 se puede deber a que la relación entre ellos y Cristo no era en esos momentos tan fuerte, ya que no estamos ante hermanos carnales.

¿Qué respuesta podríamos dar entonces a este enigma? ¿Por qué Lucas no los menciona en el episodio del Niño Jesús perdido y hallado, y sí posteriormente? La verdad es que no lo sé. Lo que sí queda claro por lo que hemos expuesto es que en ningún caso se trataba de un parentesco de misma madre y mismo padre. Ahora bien, hay que decir que el exegeta alemán Josef Blinzler ha dado una interesante respuesta a esta cuestión, señalando que estos hermanos de Jesús no eran sino primos, parientes cercanos, pero nunca hermanos carnales (recordemos que los términos aha -arameo- y 'ah -hebreo-, que están detrás del adelfòs griego, significaban hermano, pero de una manera amplia, ya que podían llegar a indicar hermano, primo, sobrino, discípulo...).

Reproduzcamos sus palabras, que las encontramos en la magna obra Hipóstesis sobre María de Messori:

Como se puede deducir del silencio de los Evangelios sobre José, éste debió de morir pronto. Después de su muerte, María, con su hijo, debió de unirse a la familia de su (¿o de sus?) parientes más próximos. Los hijos de esta familia (¿o familias?), crecidos con Jesús, fueron llamados por la población sus hermanos y hermanas, pues en las lengua semíticas no existía otro término conciso para señalarlos.

¿Y cuáles serían exactamente estos parientes llamados hermanos del Señor? El doctor en Sagrada Teología y profesor de la Universidad de Navarra, Juan Luis Bastero de Elizalde, nos expone una sugerente tesis, muy lógica, que podríamos resumir de la siguente manera:

Los exegestas contrarios a la virginidad perpetua de María se basan en pasajes como Mt 13, 55-56, ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? Y sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros? o Mc 6, 3, ¿No es ésste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago y de Joset -José- y de Judas y de Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros? Por tanto, un buen número de hermanos carnales tuvo Jesús según los autores que niegan la virginidad de María tras el parto. Nos dice Bastero de Elizalde que por el uso reiterativo que de la cópula kay (y) se hace en el texto del apóstol Mateo, podemos deducir, con visos de realidad, que los cuatro personajes -Santiago, Joset (José), Judas y Simón eran hijos de los mismos padres.

Sigamos. Ahora bien, todo parece indicar que Santiago y José, y por ende los cuatro, eran hijos de la llamada otra María, no de la Virgen Madre de Jesús. ¿Por qué? Pues por estos pasajes, que hablan de las mujeres que estaban cerca de Jesús en la cruz del Calvario:

 Mc 15, 40: Había también unas mujeres mirando desde lejos, entre ellas, María Magdalena, María la madre  de Santiago el menor y de Joset -José-, y Salomé (...).

Mt 27, 55: Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús de Galilea para serviler. Entre ellas estaba María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Y luego dice Mateo, ya con Cristo enterrado en el sepulcro...

 Mt 27, 61: Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas frente al sepulcro.

Esta otra María posiblemente fuera la madre de Santiago y Juan, pero independientemente de este dato, lo que queda claro es que aquella María madre de Santiago y Juan es una mujer diferente a la Madre de Jesús, ya que, ¿qué sentido tendría referirse a ella de esa manera -madre de Santiago y Juan-, y no como Madre de Jesús.

Si observamos el versículo paralelo del Evangelio de Juan -19, 25-, leemos: Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena. Si comparamos este versículo con Mc 15, 40 y Mt 27, 55, en los que se nombra a María Magdalena y a María la madre de Santiago y José, podemos deducir, con visos de realidad, que la María mujer de Clopás, hermana de la Madre de Jesús, que menciona Juan era la madre de Santiago y José. Pero si esta María fuera hermana carnal de la Virgen María, sería algo extraño, ya que llevarían el mismo nombre; por ello, y debido al amplio significado que en hebreo y arameo tenía el término hermano, es posible que fuera hermana de José (el esposo de Nuestra Señora) -¿o prima de la Virgen?-.

Continuando, hay que decir que según muchos exegetas, tal y como nos cuenta Bastero de Eleizalde, este Clopás podría ser el Alfeo padre de Santiago, apóstol de Jesús -llamado Santiago el del Alfeo o Santiago el menor-, ya que los nombres griegos Alphaios y Klôpas tendrían su origen en el hebreo Halphaï o K(h)olphaï; no hay que olvidar que Alfeo y Clopás contienen las misma consonantes. Interesante hipótesis, desde luego.

Por si todo esto fuera poco, sabemos por la narración de Hegesipo, quien como vimos en el artículo anterior vivió prácticamente en época apostólica y era originiario de Palestina, por lo que debía conocer bien aquel ambiente, que Simón era hijo del tío del Señor (primo por tanto), es decir hijo de Clopás, y fue nombrado obispo de Jerusalén por unanimidad. Se le dio la preferencia, a causa de que era primo (anepsios) del Señor. Luego, de otro de estos hermanos de Jesús dice que era hermano según la carne, pero aquí se refiere más bien a que no era hermano espiritual, como los apóstoles, sino de familia, por lo cual podía indicar a un primo también. Comprenderá el lector que es lo que nos dice el sentido común, ya que si de Simón habla claramente como primo del Señor, ¿iban a tener los demás -Santiago, Judas y José- diferentes parentescos? Sería algo complicado, por toda la reflexión que hemos realizado hasta aquí.

 

¡Bendita sea la Inmaculada María, siempre Virgen! ¡Ella nos acerque al pie de la cruz!

 

Fuentes:

Messori, Vittorio; Hipótesis sobre María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.

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29 marzo 2012 4 29 /03 /marzo /2012 21:27

         Voy a publicar una serie de artículos acerca del asunto de la virginidad perpetua de María: es decir, antes, durante, y después del  parto. No descubro nada si digo que este dogma mariano es atacado por los cuatro costados, e incluso no defendido con la fuerza que merece por muchos católicos. Tampoco descubriré nada, al menos para los lectores más formados, si afirmo que bastantes autores, adelanto que de forma errónea, consideran que el interés de la Tradición por interpretar la expresión "hermanos del Señor" en un sentido que defienda la idea de una María virgen también después del parto es un intento posterior a la proclamación del dogma de la perpetua virginidad de Nuestra Señora, cimentada con la decisión en el 391 del Papa Siricio, y con el II Concilio de Constantinopla de 553, el cual le otorgó a María el título de aeipàrthenos, siempre virgen.

       En contra de estas teorías, podemos asegurar, tal y como dice Vittorio Messori en su Hipótesis sobre María, valiéndose de los estudios del gran exegeta alemán Josef Blinzler, que esta interpretación católica del concepto "hermanos del Señor" no es una excusa para defender el citado dogma, sino que se encuentra arraigada ya en los primeros momentos de la Historia de la Iglesia. Nunca se dudó en estos primero años de Cristianismo que el término hermano hacía referencia no sólo a los hermanos carnales, sino también a otros parentescos (como el de primos) e incluso a otros miembros del clan, discípulos, o conciudadanos. Está demostrado fehacientemente que detrás de la palabra griega adelfòs (hermano) está el vocablo hebreo 'ah, o bien el arameo aha, los cuales poseen un significado mucho más amplio que el de simple hermano de unos mismos padre y madre; como bien puntualiza Messori, tanto el Antiguo Testamento como en Nuevo están plagados de ejemplos que señalan este sentido del término. La tradición oriental se decantó por considerar que esos supuestos hermanos del Señor eran hijos de José, engendrados por un antiguo matrimonio suyo. Por su parte, la Iglesia Occidental, representada por San Jerónimo (342-420), el mayor exegeta bíblico de su tiempo (no obstante, fue el primero en traducir la Biblia al Latín -la famosa Vulgata-), y estudioso tanto del Griego como del Latín, optaba por considerar a estos "hermanos" como primos de Jesús en su De Perpetua virginitate Mariae.

      Suele señalar la crítica que este argumento acerca del trasfondo hebreo/arameo que poseería el término griego adelfòs (hermano) está carente de fundamento, ya que, por ejemplo, en griego existían palabras específicas para denominar a los primos (anepsios), o a parientes en general (synguenes o synguenys). Pero esta tesis es difícil de mantener, ya que ¿acaso no conocían los autores de la traducción del Antiguo Testamento al Griego, realizada algo más de cien años antes de Cristo -hablamos, evidentemente, de la famosa Biblia de los Setenta- el término anepsios, y en cambio usan en la mayoría de esos casos la palabra adelfòs?. Es cierto que estos términos (synguenes o synguenys) son usados varias veces en el Nuevo Testamento en otros pasajes no referentes a los hermanos de Jesús, pero no menos cierto es lo anterior, por lo que inferir del uso de estos términos que cuando los autores neotestamentarios hablan de los hermanos de Jesús (adelfòs) se refieren a hermanos carnales, es totalmente impreciso.

 

      Volviendo al tema de la anterioridad de esta creencia en la virginidad perpetua de María respecto a la proclamación del dogma, valgan estos dos datos, entre otros muchos:

  •  Ya el Protoevangelio de Santiago, de mitad del siglo II,  afrmaba que estos "hermanos" no eran sino hijos de un matrimonio anterior de San José. ¡Mucho antes de la proclamación del papa Silicio en el 391! Veamos el fragmento: El sacerdote dijo a José: A ti te ha cabido en suerte recibir bajo tu custodia a la Virgen del Señor. José replicó: Tengo hijos y soy viejo, mientras que ella es una niña; no quisiera ser objeto de risa por parte de los hijos de Israel.
  •  Aproximadamente en el 160 (notemos que de nuevo nos encontramos en fechas muy anteriores al Santo Padre Silicio), Hegesipo, quien siendo originario de Palestina se supone debió conocer bien aquellas tierras, atestiguaba que había conocido a algunos descendientes de la familia de Jesús, y menciona a uno de esos hermanos como primo, por lo que podemos deducir, siguiendo de nuevo a V. Messori, que los demás podían serlo también perfectamente. Pero hay que incidir en otro aspecto de este testimonio de Hegesipo, y es el de que lo afirma sin duda alguna, como dándolo por "sentado"; es decir, como un dato aceptado por todos.

 

      Dudaba mucho el investigador P. Bonnard, palabras a las que se suma el historiador y teólogo español César Vidal, de que si tanta erudición por mostrar el significado amplio del concepto hermano se habría producido de no existir la necesidad de defender el dogma de la virginidad perpetua. Queda esta tesis claramente desmontada con los ejemplos que hemos comentado anteriormente (Protoevangelio de Santiago y narración de Hegesipo). Además, aún considerando los tiempos anteriores al dogma, si, como dicen Bonnard y Vidal, se hicieron tan arduos esfuerzos para defender la tesis católica, no fue en un intento a posteriori para demostrar una preconcepción infundada, sino porque empezó a ponerse en cuestión lo que antes nadie había dudado: que María no tuvo ningún hijo más aparte de Nuestro Señor. Pensemos que en hasta mediados del siglo II aproximadamente, debían existir aún un recuerdo fresco del verdadero parentesco de estos hermanos del Señor: incluso conocidos descendientes de la familia de Jesús; cuando esta memoria fue desapareciendo, se hizo necesario, ante las dudas que surgieron, ir dando respuesta argumentada a la inexistente maternidad múltiple de María. Así, frene a la incredulidad del por entonces ya montanista Tertuliano (160-220), Orígenes (185-254) fue tajante. Lo mimo ocurriría en el 380, cuando un laico llamado Helvidio expresó su creencia, de forma muy poco fundamentada, de que María no había guardado la virginidad tras Cristo. San Jerónimo publicó en ese momento su famoso (ya mencionado unas líneas más arriba) De perpetua virginitate Mariae, en el que dejaba a Helvidio sin defensa posible gracias a la lucidez de sus argumentos, tal y como nos recuerda V. Messori. Es interesante indicar que posiblemente Helvidio emprendió este camino de ataque a la virginidad perpetua para defender la dignidad del matrimonio, en pleno siglo IV, centuria que vio nacer a nivel global el fenómeno del monaquismo, y con ello la elevación de la virtud de la virginidad.

     Y si hacemos un balance de los autores de estos primeros siglos del Cristianismo, encontramos que sólo poquísmas personalidades, entre ellos los herejes Tertuliano y Helvidio, defendieron la maternidad múltiple de María, mientras que toda una pléyade de grandísimos Padres de la Iglesia (sin robarle importancia a Tertuliano, quede claro) se mostraban partidarios de ver en Cristo el único Hijo de de Nuestra Señora, indicando a todas luces la existencia de una tradición antiquísima que hablaba en ese mismo sentido: San Clemente de Alejandría (150-215), San Hipólito romano (170-235), Orígenes (185-254), San Efrén (306-373), San Siricio (ocupó el Solio Pontificio del 384 al 398), San Ambrosio (339-397), el propio San Jerónimo (342-420), San Agustín (354-430), San Epifanio... Como vemos, muchos de ellos anteriores al nacimiento formal del dogma, y tanto teólogos de raíz griega como latina. 

      Veamos algunos de estos textos:

      San Epifanio (año 374):  el Hijo de Dios se encarnó, es decir, fue engendrado de modo perfecto por santa María, la siempre virgen, por obra del Espíritu Santo (Ancoratus, 119, 5: DS 44).    

      San Agustín (año 400): Al nacer de una madre, que lo fue sin conocer varón y que concibió siendo virgen, vivió y murió virgen (...) -Tratado Catequístico, Parte II, Capítulo VII, 40-.

     

     Evidentemente, el tipo de relación que guardaban estos hermanos con Jesucristo, siempre fuera de una supuesta maternidad múltiple de María, es objeto de discusión. No podemos conocer exactamente cuál era ése parentesco o vínculo afectivo/social que los unía, pero eso sí, queda claro que en ningún caso fueron hermanos carnales de Nuestro Señor.

     En los siguientes posts, iremos viendo algunas de estas diferentes interpretaciones "ortodoxas", además de otros argumentos que derriban el edificio de la supuesta maternidad múltiple de la Madre de Dios, con la que muchos han querido atacar a la Iglesia Católica, y que sorprendentemente es aceptado por multitud de estudiosos católicos (también sacedotes), olvidando la debida fidelidad al dogma, fidelidad nunca reñida con un auténtico conocimiento racional, profundo y completo de las Sagradas Escrituras. La razón nunca la encontramos opuesta a la fe.

 

Fuentes:

  • Messori, Vittorio; Hipótesis sobre María; LIBROSLIBRES, Madrid, 2007.
  • Piñero, Antonio; Los evangelios de la infancia, en Pius-Ramón Tragán (ed.); Los evangelios apócrifos. Origen-Carácter-Valor; Verbo Divino, Estella (Navarra), 2008.
  • San Agustín; Tratado Catequístico; Apostolado Mariano, Sevilla, 1991.
  • Vidal, César; El Documento Q; Planeta, Barcelona, 2007.
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20 marzo 2012 2 20 /03 /marzo /2012 00:24

     El próximo 25 de marzo, como todos los años (no es ninguna novedad, jeje), la Iglesia Católica celebra el día de la Anunciación. El día en que el Arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que por obra y gracia del Espíritu Santo, concebiría al mismísimo Hijo de Dios; el día en que el Verbo adoptó la naturaleza humana y se hizo uno de los nuestros. Antiguamente, en los primeros siglos del Cristianismo, cuando se barajaban varias fechas para el Nacimiento de Cristo (aunque recordemos que en un principio era una cuestión a la que no se le daba excesiva importancia, como recordamos ya en el artículo ¿Pero nació Jesús un 25 de diciembre?), una de ellas era el 25 de marzo. Como se creía que el mundo había sido creado ese mismo día (la primavera señalaba la renovación de la creación...), y Jesucristo murió alrededor de esa fecha, era lógico: el Salvador debió nacer un 25 de marzo. Pero otros, entre ellos Dionisio el Exiguo, monje del siglo VI que a petición del Papa fijó el año del nacimiento de Cristo (con el error que todos conocemos), pensaban que esta fecha (25 de marzo), debía corresponder más bien a la Concepción de Nuestro Señor, que nueve meses después, el 25 de diciembre, vería la luz.

     Y es que todo tiene un sentido...

     ¡Bendita sea María, nuestra tierna Madre, que ante lo imposible, se fio de Dios, y aceptó sus planes de salvación, portando al Redentor del Mundo! ¡Bendito sea Dios, creador de la vida, de este maravilloso milagro!

     P.D.: pidamos el próximo 26 de marzo, celebración de la Jornada por la Vida -el 25 cae en domingo-, para que acabe el asesinato de niños, todos inocentes, en el vientre de sus madres. Igualmente, recemos a María por su intercesión, para que la vida sea respetada en todas sus fases, desde la concepción, pasando por la niñez y la madurez, hasta la vejez y muerte.

 

Fuentes:

Burgueño, José Manuel; El libro de la Navidad; Luna Books [sin lugar de edición], 2008.

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6 octubre 2011 4 06 /10 /octubre /2011 23:11

       Mañana, 7 de octubre, celebramos la festividad de Nuestra Señora del Rosario. ¡Qué devoción tan santa la de rezar el Santo Rosario! Es, fuera de la oración litúrgica, el más alto ejemplo de piedad popular en el ámbito de la oración, y un gran complemento para aquella, como ya señaló Pablo VI en su Exhortación Apostólica Marialis Cultus (1974).

       Me gustaría hablar algunos aspectos acerca de la historia de dicha devoción. Más que hacer un análisis detallado del proceso de formación, que lo dejaré para otra ocasión, veremos un par de puntos concretos. Eso sí, antes hagamos un pequeño resumen de su evolución general:

       Parece claro que el motivo de la recitación de 150 Avermarías a lo largo de un rosario completo (aunando los misterios gozosos, los dolorosos y los gozosos, antes, claro está, de que el beato Juan Pablo introdujera los luminosos) son los 150 salmos que componen el Salterio (el libro bíblico de los Salmos). Así, el Santo Rosario constituiría una especie de Salterio mariano paralelo. Hay un par de testimonios que son muy reveladores; por ejemplo, tenemos el Salterio Mariano del siglo XII de la abadía cisterciense de Pontigny, en el que junto a versículos de cada salmo, se recitaban antífonas, formando 150 estrofas: pero el detalle esencial es que éstas comenzaban con un "Ave", el saludo del Arcángel Gabriel a María en la anunciación (en su traducción latina).

      Fue Pío V (1504-1572) quien dio al Rosario su estructura moderna (hasta la modificación del Santo Padre Juan Pablo II), y los dominicos quienes tuvieron buena parte de "culpa" en su extensión por todo el mundo (aunque está probado que, al contrario de lo que se creía, no fe Santo Domingo quien lo instituyó en su forma básica, sino más bien los cartujos en el siglo XV, justo antes del impulso definitivo dado por Pío V). No obstante, el Santo Rosario siguió evolucionando después de San Pío V, hasta llegar a nuestros días, con la ya mencionada reforma de Juan Pablo II.

     ¿Pero por qué repetir 150 veces la misma oración? ¿Qué beneficios reporta este método? No es el Rosario la única oración en la tradición cristiana que se basa en la importancia de la repeteción. En oriente, tenemos la Oración de Jesús, muy usada por la doctrina hesicasta -hesychia es la paz del alma-, encabezada sobre todo por Evagrio Póntico (356-399): bien se repetía el nombre de Jesús, o la jaculatoria Jesús, hijo de Dios vivo, ten misericordia de mí, pecador. San Juan Clímaco (ss. VI y VII), relacionará la repetición del nombre de Jesús con la respiración, hablando de la sincronicidad que se creaba, para lograr la necesaria paz espiritual. He ahí posiblemente la clave: el clima de meditación -¡el Rosario no existe para rezarlo de "carretilla"!- constante alrededor de los misterios de la vida de Cristo, guiados por la mano de María Santísima, nuestra Madre y Madre de Dios. ¡Nunca perdamos tan bendita costumbre, alimento de las almas! ¡La Virgen del Rosario os bendiga a todos vosotros!

 

Fuentes:

Brian Farrelly; Génesis histórica y valor teológico pastoral del Rosario mariano, en Vida Sobrenatural, nº.623, pp. 325-351; San Esteban, Salamanca, 2002.

Benedicto XVI; Audiencia general, miércoles 11 de febrero de 2009; Librería Editrice Vaticana, www.vatican.va.

Pablo VI; Exhortación Apostólica de Su Santidad el Papa Pablo VI para la recta ordenación y desarrollo del culto a la Santísima Virgen María; Delegación Diocesana de Catequesis Diócesis de Málaga, Málaga, [sin datación].

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