Mañana 15 de agosto celebramos la Asunción de la Virgen María, la "Virgen de Agosto", como coloquialmente se suele denominar. Aunque el dogma de la Gloriosa Asunción de María en cuerpo y alma fue declarado solemnemente por Pío XII en 1950, la celebración de dicha fiesta, y en ese mismo día ya la tenemos documentada desde la Antigüedad; y no porque sea la cristianización de las Feriae Augusti (fiestas en honor del emperador, que en verdad se celebraban el uno del mes, y no el quince), sino porque en la Jerusalén del Emperedor Constantino, ya se celebraba en aquel concreto día, en la Iglesia sita en el Monte de los Olivos, donde según una de las tradiciones, se había producido la Dormición de María.
Pues contemos ahora una anécdota (verdaderemente mucho más que eso) relacionada con esta fiesta tan antiquísima. Napoleón, aquél señor con tantas ansias de poder y al que tan mal le caía la fe cristiana y la Iglesia Católica (pero que paradójicamente no dudó en hacerse proclamar Emperador por el Papa), nació curiosamente un 15 de agosto, el día de la Asunción, fiesta que en Francia tenía un arraigo impresionante. Pero claro, el insigne emperador francés no podía permitir que el día del aniversario de su nacimiento quedara "oscurecido" por una fiesta mariana, que además coincidía con el festejo de la coronación de Luis XIII, rey que un 15 de agosto, esta vez del año 1637, proclamó a María protectora de la nación gala. Además, como bien recalca Vittorio Messori, no era agradable para el corso la presencia de una figura que había mencionado en el famoso Magnificat que Dios derriba del trono a los poderosos, y que dispersa a los soberbios de corazón. Por tanto, se puso manos a la obra, y mediante unos cuantos obispos de escasa catadura moral y algunos estudiosos comprados, se sacó de la manga que en Roma, en el pasado, se llegó a celebrar el martirio de un tal Neopolo, entre otros; de este Neopolo derivaría el nombre Napoleo. Así, el 19 de febrero de 1806, publicó un decreto oficial que cambiaba en todo el imperio la fiesta mariana de la Asunción por la del santo "Napoleone".
Evidentemente, el Papa Pío VII se quejó como la ocasión merecía, ya que era una flagrante intromisión del poder temporal en los asuntos espirituales. Poco caso hizo Napoleón de las protestas del Santo Padre. Gracias a Dios, este desvarío acabó con la desaparición del desmesurado emperador francés.
Pero he aquí que, curiosidades de la vida, tal y como cuenta el historiador Gérard Mathon, el hecho de que durante un tiempo se celebrara esta fiesta de San Napoleone provocó que el día 15 de agosto permaneciera como fiesta de precepto, ya que de lo contrario posiblemente habría sido suprimida, como otras, por el Concordato de 1801. ¡Si es que los caminos del Señor son inescrutables!
Durante unos días no podré publicar posts, ya que me marcho como humilde peregrino a las Jornadas Mundiales de la Juventud de Madrid. Que María, Madre de Dios y Madre nuestra, y asunta al cielo, interceda por este maravilloso evento para que sus frutos sean abundantes entre la juventud española y mundial, y entre todo el pueblo católico. ¡Santa María, que subiste hacia tu hijo en cuerpo y alma, imagen de la esperanza y de la promesa hecha por Cristo a su Iglesia, ruega por nosotros! ¡Nos vemos tras la JMJ!