Las revelaciones que la monja polaca Santa María Faustina Kowalska (1905-1938) vivió, y que recogió en su famoso Diario, son un auténtico mensaje de esperanza para el hombre moderno, tan alejado de Dios voluntariamente, pero a la vez tan inmerso en la desesperación (no hay nada más que ver cómo ha aumentado en nuestros días el número de suicidios, depresiones y consultas de psicólogos). Cristo quiso que Santa María Faustina fuera la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo en ésta y en la vida futura (Diario, 1605). El objetivo de Nuestro Señor no era otro que enviar a la humilde sierva polaca a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso (Diario, 1588).
El padre y teólogo Ignacy Rózycki, experto mundial en el análisis del mensaje divino a Santa María Faustina Kowalska, destaca cinco prácticas fundamentales en la devoción a la Divina Misericordia: la imagen de Jesús Misericordioso -que encontramos en nuestras iglesias-, la Fiesta de la Divina Misericordia -el primer domingo posterior a la Pascua de Resurrección-, la Hora de la Misericordia -las tres de la tarde, instante de la muerte de Cristo-, la propagación de la devoción a la Divina Misericordia, y la Coronilla a la misma. En este artículo vamos a centrarnos en esta última: la Coronilla a la Divina Misericordia.
Esta oración fue revelada por Cristo a la santa entre el 13 y el 14 de septiembre de 1935, cuando Faustina se encontraba en Vilna, con el objeto de frenar la ira divina contra la humanidad a causa de sus pecados. Escuchó una voz interior que le decía:
Cuantas veces entres en la capilla, reza en seguida esta oración que te enseñé ayer.
Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, del modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (Diario, 476).
Para comprendernos: se comienza rezando un Padre nuestro, un Ave María y un Credo, y luego en lugar de los misterios del Rosario común, rezamos cinco decenas (pero sin nombrar los misterios), con las oraciones que hemos citado anteriormente (que sustituyen a las normales del Rosarios -es decir, no se reza el Padre nuestro y la nueva de la Coronilla, sino sólo la nueva-). Al finalizar las cinco decenas, se reza tres veces la oración Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal...
Los premios que recibirán los que recen esta Coronilla son impresionantes, pero no se quedan ahí, sino que también abarcarán, por ejemplo, a los moribundos junto a los que se rece. Le dijo Nuestro Señor: A las almas que recen esta Coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte (Diario, 754). En otro pasaje del Diario, cuenta la "secretaria" de la Divina Misericordia que tras estar junto a una persona agonizante, escuchó en su alma que le decían: Reza la coronilla que te he enseñado (Diario, 810). Fue rápidamente a por el rosario y se arrodilló junto a la moribunda, para rezar la oración que la divinidad le había comunicado. Entonces, nos cuenta Santa María Faustina, de súbito la agonizante abrió los ojos y me miró, y no alcancé a rezar toda la coronilla porque ella murió con una misteriosa serenidad. (...). El Señor me hizo saber que aquella alma recibió la gracia que el Señor me había prometido. (...). Sentí cómo la fortaleza de la misericordia cubría aquella alma (Diario, 810). Cuando la santa se retiró y se quedó a solas, escuchó del Padre Celestial las siguientes palabras: Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta Coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta Coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo (Diario, 811).
¿Somos conscientes, no ya todos los hombres, sino los propios católicos, de la infinita bondad y misericordia de la Santísima Trinidad para con sus hijos? ¿Caemos en la cuenta de que Cristo está deseando que acudamos a su Divina Misericordia, a Él, para perdonárnoslo todo, absolutamente todo? ¿Comprendemos el maravilloso poder que el Padre ha otorgado a la oración, por los méritos de la Pasión de su Hijo Único? Más aún, ¿conocemos el mensaje que la Santísima Trinidad reveló a Santa María Faustina Kowalska, y más concretamente, las promesas que realiza a los que recen la Coronilla de la Divina Misericordia?
Abuelita, que Aquél que en su infinita misericordia siempre cumple sus promesas, te acoja en su seno para toda la eternidad. ¡Bendito sea Cristo misericordioso!
Fuentes:
- María Faustina Kowalska, Santa; La Divina Misericordia en mi alma. Diario de Santa María Faustina Kowalska; Marian Press, 1996.