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15 mayo 2011 7 15 /05 /mayo /2011 23:44

        Cuenta la leyenda que un compañero de trabajo de Isidro (el cual vivó entre los siglos XI y XII), receloso de éste porque lo veía rezar mucho en las horas laborales, se lo comunicó a su jefe. Éste, queriéndose asegurar de tales acusaciones, sin tomar medidas precipitadas, estuvo espiando a nuestro santo. Y sí, era cierto: en plena hora de labranza, Isidro (¡que era labrador, no lo olvidemos!) se puso a rezar; pero no fue lo único que observó su jefe, ya que mientras aquél oraba a Nuestro Señor, un ángel hacía la labor que a Isidro le correspondía.

       ¿Confiamos los católicos en que en todas las adversidades de nuestra vida cotidiana, en nuestro trabajo, en nuestro grupo de amigos, en nuestra familia, Cristo nos socorre y provee? ¿O más bien nos ahogamos en las dificultades de ese día a día, y las usamos como escusas para no responder a la llamada de amor que nos realiza incesantemente Nuestro Salvador? Fiémonos de Él, y como san Isidro, abandonémonos en sus manos, que ni un solo pelo de la cabeza se nos cae sin que lo sepa el Padre.

      Y no olvidemos que tanto san Isidro como su mujer y su hijo (¡también santos!, Santa María de la Cabeza en el caso de su esposa, y San Illán en el caso de su hijo), son modelo de familia cristiana, imagen de aquella familia de Nazaret... Claro muestra de que todo estamos llamados a la santidad, no sólo los que pertenecen a la vida consagrada.

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11 febrero 2011 5 11 /02 /febrero /2011 13:20

Hoy, 14 de febrero, además de celebrar la fiesta de San Valentín, la Iglesia Católica celebra la memoria de dos santos importantísimos en la Historia del Cristianismo Universal: San Cirilo y San Metodio, hermanos de Salónica, los llamados apóstoles de los eslavos. Debido al papel que jugaron como constructores de la Europa cristiana, Juan Pablo II los proclamó copatronos de Europa.

Ambos vivieron en el siglo IX, y su labor evangelizadora en los pueblos eslavos fue encomiable, a petición del príncipe Rastislao de la Gran Moravia. Sería una historia larguísima de contar, y apasionante, pero me centraré en tres puntos que creo que para el católico, y digo más, para el cristiano de hoy en día, están cargados de un significado muy actual.

1. Para poder llevar a cabo la Evangelización de aquellas tierras eslavas llegan incluso a crear (San Cirilo, concretamente), un alfabeto (el cirílico) con el que transcribirían a la lengua paleoeslava los textos litúrgicos. Como vemos, la Iglesia siempre ahondando, ayer igual que hoy, en la relación entre fe y razón; en buena medida se pueden ambos hermanos considerar padres de la cultura eslava. Eran hombres de cultura helénica, bizantina, pero llevaron a cabo su tarea aunando este sustrato cultural con el propio de los pueblos eslavos, desde su realidad más íntima.

2. Aunque son enviados por el Emperador bizantino y por el Patriarca de Constantinopla, inmediatamente se dirigen a Roma para recibir el visto bueno del Papa. ¡Qué muestra de catolicidad, de amor a la unidad de la Iglesia, y reconocimiento del Primado de Pedro, sin perder nunca la fidelidad al Patriarcado de Constantinopla! Dato este muy revelador, y que deberían conocer aquéllos que hablan de la supremacía papal como si fuera un invento muy posterior.

3. Tanto que se alaba la labor de Lutero acercando las Sagradas Escrituras al pueblo alemán gracias a su traducción de la Biblia, no sería malo informar a todos los exegetas de "gatillo" rápido que mucho tiempo antes, y avalados por los respectivos papas (dato éste esencial), redactaron todos los libros litúrgicos necesarios para su labor pastoral en la antigua lengua paleoeslava. Claro que encontraron oposición e incomprensión por parte de muchos teólogos y hombres de Iglesia, pero no es menos cierto, lo vuelvo a recalcar, que recibieron el visto bueno del Obispo de Roma; este dato es esencial.

 

¡Pidámosle a los santos Cirilo y Metodio que intercedan por la unidad de todos los cristianos, por la que ellos tanto lucharon! ¡Que todos seamos uno!

 

Fuentes:

Carta Encíclica Slavorum Apostoli. Juan Pablo II, 1985.

 

 

 

 

 

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12 enero 2011 3 12 /01 /enero /2011 14:51

San Juan Bosco (1815-1888), sacerdote nacido cerca de Turín, fue una figura clave en la Iglesia del convulso y agresivo siglo XIX. Pedagogo (revolucionario en su época, ya que rechazaba el castigo corporal) y gran devoto de María Auxiliadora, fue el fundador de la congregación salesiana, en un tiempo en el que el anticlericalismo se hacía sentir en Italia de una forma arrolladora. Apóstol de la alegría, y gran promovedor de construcción de templos, además de libros aconsejables, su huella es imborrable aún en el siglo XXI.

Fue famoso también por la cantidad tan inmensa de sueños proféticos que tuvo. Por ejemplo, aquel en el que un gran barco en medio del mar se veía amenazado por el temporal y por naves enemigas que lo acechaban con sus cañones. Este barco, símbolo de la Iglesia Católica, iba capitaneado por el Papa, y a su alrededor navegaban muchas barcas de menor tamaño, llenas de cristianos. En medio del peligro que constituían los navíos enemigos, surgen del mar dos columnas, una de ellas coronada por la Sagrada Eucaristía, y la otra por la Virgen María. Acudiendo a la protección de ambos pilares, el barco de la Iglesia con el Papa y las navecillas del resto de cristianos quedarán a salvo; a su vez, de las columnas se levanta un viento que hunde o aleja a todos los enemigos de la Iglesia Católica, mientras que nuestros barcos son reparados.

La simbología del presente sueño de Don Bosco es clarísima. A pesar de los peligros que envisten a la Madre Iglesia, si ésta se sustenta en los pilares que constituyen el Santísimo Sacramento y María, nunca llegará a naufragar. ¿Somos conscientes los católicos de nuestro tiempo de que sin la fuerza sanadora y rejuvenecedora del Pan del Cielo, y la intercesión de María Santísima, la vida espiritual de la Iglesia está muerta?

La verdad es que éste es un aspecto a tener en cuenta cuando tratamos el asunto del Ecumenismo. Nuestra unión con la Iglesia Ortodoxa, aunque se encuentra con el escollo de la autoridad papal, será mucho más sencilla que con las distintas Iglesias protestantes, porque al igual que nosotros, reconocen la doctrina de la transubstanciación, y veneran fervientemente a la Virgen, la Theotokos (la Madre de Dios). Pero en cuanto a nuestros hermanos protestantes, no será tarea fácil, a pesar de los logros obtenidos hasta el momento.  Pero a pesar de todo, no perdamos la esperanza. Saquemos a colación aquí las palabras de Pablo VI en su Exhortación Apostólica  Marialis Cultus (1974): deseamos expresar nuestra confianza en que la veneración a la humilde Esclava del Señor, en la que el Omnipotente obró maravillas (cf. Lc 1, 49), será, aunque lentamente, no obstáculo sino medio y punto de encuentro para la unión de todos los creyentes en Cristo. ¡Confiemos en que así sea!

¿Y tú, qué piensas? ¿Será María una baza a favor o en contra de la unión de todos los cristianos? Lo que está claro es que la Iglesia no puede ni debe (ni lo hará) renunciar nunca a la merecida y justísima veneración que profesamos a la Madre de Dios, y Madre nuestra. ¡Bendita tú, María!

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