Hace unos días, vi por casualidad que en un programa de la cadena Veo7, no recuerdo cuál, estaban entrevistando al escritor y antiguo corresponsal de guerra Arturo Pérez-Reverte. Curiosamente, en los pocos segundos que atendí a lo que decía, le escuché atacar de nuevo a la Iglesia Católica. Estaba hablando de las pocas esperanzas que tenía de que la situación del país cambiara; según su opinión, nuestra historia no era muy alentadora de cara a ello, y al parecer, entre otros motivos, por culpa de la huella que la Iglesia había dejado en nuestro país. ¡Vaya por Dios (nunca mejor dicho), siempre tenemos la culpa nosotros!
Señor Pérez-Reverte, ya sabemos todos que es usted un provocador nato, pero empieza a hacerse un poco repetido con su cantinela. Tan bien que parece conocer la historia de España, no sé cómo cae en el error de olvidar que si nuestro país consiguió unirse tras la invasión musulmana y expulsar a los ocupantes, fue gracias a la cohesión que dio la Cruz; que nuestro período más glorioso, estuvo caracterizado por una fuerte presencia pública de la Iglesia; que si fuimos capaces de mantener durante tanto tiempo el Imperio, era porque el pueblo se sentía llamado a expandir y defender la fe católica por todos los rincones del orbe (incluída Europa); y que si nuestra nación fue la que vio nacer el derecho internacional, fue sobre todo gracias a la influencia de la Iglesia y de la mentalidad católica. ¡Y qué decir de las insignes figuras que ha dado a nuestra cultura, y la huella que nos ha transmitido en el arte! Señor Arturo Pérez-Reverte, no por llamar la atención tiene uno que despotricar cualquier cosa, piénselo bien.