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22 julio 2011 5 22 /07 /julio /2011 20:58

       Decía la Madre Teresa de Calcuta que la alegría fue también la característica distintiva de los primeros cristianos. Durante la persecución, las gentes solían buscar a las personas cuyo semblante irradiaba alegría.

        Esta diferenciación en la vida de los seguidores de Cristo sólo se observaba en su conducta, no es sus costumbres ni vestimentas, como recuerda el autor anónimo de la Carta a Diogneto:

       (...)

       Viven en ciudades griegas y bárbaras, según les cupo en suerte, siguen las costumbres de los habitantes del país, tanto en el vestir como en todo su estilo de vida y, sin embargo, dan muestras de un tenor de vida admirable y, a juicio de todos, increíble. Habitan en su propia patria, pero como forasteros; toman parte en todo como ciudadanos, pero lo soportan todo como extranjeros; toda tierra extraña es patria para ellos, pero están en toda patria como en tierra extraña. Igual que todos, se casan y engendran hijos, pero no se deshacen de los hijos que conciben. Tienen la mesa en común, pero no el lecho. 

Viven en la carne, pero no según la carne. Viven en la tierra, pero su ciudadanía está en el Cielo. Obedecen las leyes establecidas, y con su modo de vivir superan estas leyes. Aman a todos, y todos los persiguen. Se los condena sin conocerlos. Se les da muerte, y con ello reciben la vida.Son pobres, y enriquecen a muchos; carecen de todo, y abundan en todo.Sufren la deshonra, y ello les sirve de gloria; sufren detrimento en su fama, y ello atestigua su justicia. Son maldecidos, y bendicen; son tratados con ignominia, y ellos, a cambio, devuelven honor. Hacen el bien, y son castigados como malhechores; y, al ser castigados a muerte, se alegran como si se les diera la vida.Los.judíos los combaten como a extraños y los gentiles los persiguen, y, sin embargo, los mismos que los aborrecen no saben explicar el motivo de su enemistad. 

        (...)

       Y ciertamente un rasgo que siempre ha ido de la mano de los cristianos es el de la alegría, aún llegada la hora del martirio. Como nos recuerda Benedicto XVI en su Encíclica Spe Salvis sólo quien posee fe en Dios puede mantener una auténtica esperanza; y con la esperanza viene la alegría. Sólo en el conocimiento de que Dios existe, y que es un Dios que perdona siempre en el infinito amor que nos tiene, amor tan grande que envió a su HIjo Único para que entregara su vida por el perdón de nuestros pecados; sólo en este conocimiento del Amor de Dios, considerando que no pierde ni un ápice de su justicia, que no dejará ni un vaso de agua fresca ofrecido por nostros al necesitado sin recompensa, podemos ver la historia y nuestro futuro con esperanza y alegría, con la seguridad de que seremos juzgados con amor, pero a la vez con plena justicia. Certeza que hemos adquirido a través de la Resurrección de Cristo, cuando el hombre descubrió su auténtica meta.

      Asignatura pendiente: ¡recuperemos la alegría de nuestra fe en Cristo!

        

      Fuentes:

      Madre Teresa de Calcuta; Escritos esenciales; Sal Terrae, Maliaño (Cantabria), 2002.

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