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6 septiembre 2013 5 06 /09 /septiembre /2013 01:38

       Aún recuerdo cuando mi abuela me comentaba cómo en sus años de juventud había quienes durante la Cuaresma quedaban exentos de practicar el ayuno y la abstinencia mediante la compra de una bula. Este privilegio era característico de España, y permaneció vigente hasta 1966. ¿Pero dónde se encuentra el origen de este hecho? Pues hay que retrotraerse a la Reconquista española. En 1064, el Papa Alejandro II transformó la lucha contra el infiel de la Península Ibérica en cruzada, mediante la bula "Eos qui in Ispaniam", en la que se otorgaba indulgencia plenaria a todos los que la emprendieran. Estas indulgencias se irían renovando. Por ejemplo, ya en los albores de la Reconquista, en 1479, Sixto IV otorga una nueva bula para favorecer la conquista del Reino de Granada. Poco después, en 1482, el mismo Papa Sixto IV, entrega una nueva bula, de Cruzada, con el mismo fin; las gracias concedidas no iban a parar sólo a los que comabatían directamente, sino también a los que colaboraban en la empresa militar mediante una limosna.

            Lo que ocurrió fue que estas bulas, poco a poco, fueron convirtiéndose en auténticas fuentes de ingreso para el estado. Si a esto añadimos que cuando las guerras contra los infieles van decayendo, la bula ya no tenía mucho sentido en sí misma, no debe extrañarnos que entre los años 1849-1851, España y la Santa Sede llegaran al acuerdo siguiente: las recaudaciones producidas gracias a la venta de la Bula de Cruzada dejarían de ser un recurso estatal, para convertirse en un modo de beneficencia eclesiástica.  Pero ahí permanecieron las gracias otorgadas por quien adquiría la Bula de Cruzada; priviliegios entre los que se hallaba el verse libre de practicar ayuno y abstinencia. Sería Pablo VI, en 1966, quien mediante la Constitución Apostólica Paenitemini, reformaba la disciplina eclesiástica de la penitencia, derogando todos los privilegios existentes en materia de ayuno y abstinencia.

¡Conozcamos la maravillosa historia de la Madre Iglesia! Y si encima está relacionada con nuestra patria...

Fuentes:

  • Andrés Gallego, José (ed.); Historia General de España y América; Ediciones Rialp, 1982.
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27 agosto 2013 2 27 /08 /agosto /2013 21:23

      Ya dediqué en su día un artículo sobre la relación directísima entre Cristianismo y alegría. Voy a incidir hoy en el tema, pero centrándome en la figura de Friedrich Nietzsche (1844-1900), filósofo alemán que proclamó a los cuatro vientos la muerte de Dios, en favor del hombre, y que tanto criticó la visión cristiana del amor, que le parecía aburrida, y un freno a la libertad del ser humano. Aquí se equivocaba, como en tantas otras cosas, Nietzsche. Cierto es que el Cristianismo defendía un concepto de amor (ágape) mucho más serio que el de eros, imperante en la Antigüedad, que era sinónimo de desenfreno; pero este cambio de visión, al contrario de lo que opinaba el filósofo ateo, no significó un menoscabo a la capacidad de amar del hombre, sino que al vincularla de forma plena con Dios, le devolvió su auténtico significado, la hizo más responsable, y le permitió, por medio de la gracia, llegar hasta el extremo, hasta la entrega completa por el otro, como el mismo Dios había hecho viniendo al mundo para la salvación del hombre. El amor fue elevando hacia lo alto, no reducido.

       Es curioso que el autor teutón, al que los cristianos le parecíamos tan sumisos, tan faltos de libertad, y portadores de un amor que dejaba "lo mejor" de lado, declarara en su juventud a su hermana Elisabeth que la fe era camino seguro de felicidad (aún dentro de la crítica que realizaba a la vez a la religión): Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero, si quieres ser discípulo de la verdad, indaga.

       ¡Hijo de la Iglesia, no olvides nunca ser feliz, que Cristo dio su vida especialmente por ti! ¡Te parece poco motivo!

 

Fuentes:

  • Francisco, Papa; Carta Encíclica Lumen Fidei. Sobre la Fe. Ediciones Palabra, Madrid, 2013.
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13 agosto 2013 2 13 /08 /agosto /2013 21:29

        Veamos hoy un ejemplo de cómo la investigación científica puede llevar a la fe y a la conversión de un hombre. Traemos para ello a un científico de primera línea, muerto hace pocos años: John Eccles. Nacido en Melbourne (Australia) en 1903, y fallecido en 1997, fue Premio Nóbel de Medicina en 1963 gracias a su investigación en el campo de la fisiología cerebral. Estos estudios le llevaron a plantearse que debía existir algo más en el ser humano que no estaba predeterminado por la codificación genética. Por ejemplo, el caso de los gemelos le daba mucho que pensar: ¿por qué, se decía, si los gemelos tienen la misma carga genética, cada uno siente que es un "yo" completamente único, alguien irrepetible? Debía, por tanto, haber un espíritu, un alma, que tenía forzosamente que provenir por creación directa de Dios, al contrario de nuestro cuerpo, que sí sería fruto de la evolución. Esa espiritualidad sería la causante de toda la creatividad del ser humano, de sus sentimientos...

        ¡Credo ut intelligam, intellego ut credam!

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31 julio 2013 3 31 /07 /julio /2013 22:34

       El famoso monte Carmelo ha sido a lo largo de la Historia lugar de culto para muchos pueblos: los fenicios adoraban al dios Baal, los sirios adoraban a otra divinidad, y los mismos romanos rendían culto a Zeus. Aparte, evidentemente, de la tradición que para el Judaísmo guarda el lugar. Allí actuaron Elías, como en el famoso pasaje en que Dios mostró a todos los profetas de Baal que sólo Él era auténtico, al hacer bajar fuego del cielo para consumir a una víctima sacrificada (1Re 18, 21-40), y Eliseo. Para el Cristianismo, por tanto, también es lugar de culto, sustituyendo a Zeus por San Elías. Allí han vivido multitud de eremitas, y allí está la sede original de la Orden del Carmelo -carmelitas-, fundada en el siglo XII, y a la cual San Alberto Avogadro, Patriarca de Jerusalén, y San Brocardo, realizaron la regla en 1207. No olvidar que dicha orden está dedicada a Nuestra Señora del Monte Carmelo.

         Pero traemos a colación el tema por un hecho histórico muy curioso. Lógicamente, para los judíos la figura de Elías es importantísima, como uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento -Biblia Hebrea- que es. Tal vez sean menos los que conozcan que también los musulmanes guardan un gran respeto a esa figura, a la que llaman el Kadher (el Vidente). Ahora bien; seguro que casi nadie conoce que en el siglo XVIII cristianos, judíos y musulmanes se reunían en aquel monte para rendir homenaje a Elías en su fiesta... ¡pero juntos! Creo, aunque no lo puedo asegurar, que aún hoy día se sigue celebrando esa fiesta, el 20 de julio, día de San Elías.

         ¡Un auténtico enlace de unión entre cristianos, judíos y musulmanes!

Fuentes:

  • Cabezón, Agripino, O.F.M.; Filatelia Bíblica. El monte Carmelo, en Tierra Santa. La Revista de los Santos Lugares; Custodia franciscana de Tierra Santa, Jerusalén, nº. 732, mayo-junio 1998.
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17 julio 2013 3 17 /07 /julio /2013 02:41

             Los historiadores y teólogos se suelen preguntar con insistencia por qué el Evangelio de Juan no relata la institución del Sacramento de la Eucaristía. Nos expone en aquella Santa Cena el lavatorio de pies, la despedida, el discurso de la vid verdadera, el anuncio de la venida del Espíritu Santo y de su retorno cercano, y la oración sacerdotal de Cristo, pero nada dice de forma explícita acerca de la Eucaristía. Ahora bien; hacemos bien al resaltar que la inexistencia de datos es más bien explícita; porque de forma implícita, las referencias al Santísimo Sacramento son constantes.

              Pero empecemos por orden: ¿por qué San Juan obvia el momento de la institución? Aquí los historiadores y teólogos no se ponen de acuerdo. Hay autores que hablan de una antisacramentalidad del Evangelio de Juan, como es el caso de Bultmann; para ello se sustentan en que los versículos 51-58 son una interpolación realizada por la comunidad cristiana primitiva, siendo esta clara alusión a la Eucaristía una elaboración posterior. Adelantemos que ésta es una concepción errónea por completo, ya que como hemos dicho, hay claras alusiones implícitas, aún en otros pasajes, a la Eucaristía en el cuarto Evangelio. La clave posiblemente reside en que Juan (y por tanto Cristo) quiere hacernos comprender que la Eucaristía es una continuación de la Encarnación: el Logos que se ha hecho carne y ha puesto su morada entre nosotros (cfr. Jn 1, 14), es el mismo pan vivo que ha bajado del cielo (cfr. Jn 6, 51), su carne que Él dará por la vida del mundo (cfr. Jn 6, 51). Es por ello que no menciona la institución del sacramento: como dice Mollat y nos recuerda José Antonio Sayés, "la Eucaristía nos pone en contacto directo con el misterio de la Encarnación"; lo observamos perfectamente con el término sarx, que es usando tanto en la Eucaristía como para tratar el tema de la Encarnación (Jn 1, 14; 1Jn, 4, 2).

              La Iglesia de los primeros siglos siempre vio en la Eucaristía una continuación de la Encarnación. Era algo común, por ejemplo, entre los teólogos de tradición griega. Veamos algunos ejemplos de aquellos tiempos, independientemente de su origen geográfico.

              San Ireneo de Lyón (130-200): "¿Cómo, pues, les constará que este pan, en el que han sido dadas las gracias, es el cuerpo del Señor y el cáliz de su sangre, si no dicen que él es el Hijo del hacedor del mundo, esto es, su Verbo, por el cual el leño fructifica y las fuentes manan, y la tierra da primero tallo, y despúes espiga y, finalmente, trigo pleno en la espiga?". Como vemos, San Ireneo no concibe la presencia del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía independientemente del Cuerpo de Nuestro Señor encarnado. Hay que tener en cuenta que nuestro santo (discípulo de San Policarpo, que a su vez era discípulo de San Juan Evangelista), argumenta de este modo porque se tuvo que enfrentar a los gnósticos (más concretamente a los gnósticos marcionitas) que veían en el mundo y en el Dios creador del Antiguo Testamento, el Demiurgo, elementos puramente malignos, por lo que no concebían la Encarnación tal y como nosotros la entendemos. 

            San Hilario de Poitiers (315-367): "Si es verdad que la Palabra se hizo carne y que nosotros, en la cena del Señor, comemos esta Palabra hecha carne, ¿cómo no será verdad que habita en nosotros con su naturaleza Aquél que, por una parte, al nacer como hombre, asumió la naturaleza humana como inseparable de la suya y, por otra, unió esta misma naturaleza a su naturaleza eterna en el sacramento en que nos dio su carne?" (Del tratado Sobre la Trinidad).         

            Volvamos a lo que decíamos antes. La segunda parte del discurso del pan de vida (Jn 6, 51-58) es de un sabor eucarístico innegable: 

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo».

Los judíos discutían entre sí, diciendo: «¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?».

Jesús les respondió: «Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente».

             ¿Y cómo sabemos perfectamente que estos versículos hacen referencia a la Eucaristía? Aquí debemos aludir, tal y como nos recuerda Sayés en su Misterio Eucarístico, a los dos argumentos que expone Brown: comer la carne y beber la sangre nunca lo hallamos en la Biblia en un sentido figurado que encajara en este contexto; pero hay mucho más: "el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo" son las palabras que vemos en Lucas a la hora de relatar la institución de la Eucaristía: "Este es mi cuerpo entregado por vosotros" (cfr. Lc 22, 19). Como vemos, la referencia a la Eucaristía es clarísima.

            Ahora bien, como decíamos, hay teólogos que ven en esta segunda parte del discurso del pan de vida (cfr. Jn 6, 51-58) un añadido posterior, que no encajaría bien con la primera parte (cfr. Jn 6, 31-51), a la cual algunos autores como Bultmann encuentran incluso un carácter antisacramental. Pero cada vez son más los investigadores que defienden la unidad literaria y temática en todo el conjunto del discurso del pan de vida. La primera parte (31-51) muestra a Jesús como el pan de vida que ha bajado del cielo y que debe ser aceptado por la fe -Encarnación-, y en la segunda observamos cómo este pan debe ser comido realmente en la Eucaristía. Podríamos citar muchas muestras que indican que el texto presenta una unidad, pero basten las dos siguientes que nos señala José Antonio Sayés en la obra arriba mencionada: en la primera parte del discurso se menciona el binomio hambre-sed (35), y en la segunda parte, el binomio comer-beber (53), lo que demuestra que ambas partes están interrelacionadas. Otro indicativo sería que sendas partes presentan una estructura similar en cuanto a la provocación que producen las palabras de Cristo: en la primera parte, al hablar de la Encarnación, los judíos muestran su desconcierto ante la idea (42); y en la parte segunda, ocurre lo mismo, pero con la idea de comer la carne de Cristo -Eucaristía- (cfr. Jn 6, 60).

           Pero no acaban en el discurso dado en Cafarnaún acerca del pan de vida las referencias del Evangelio de Juan en cuanto a la Eucaristía. Veamos el caso de la multiplicación de los panes (Jn 6, 1-15), colocada, de forma deliberada, justo antes de dicho discurso. Encontramos en este pasaje claro sabor eucarístico; veamos porqué, siguiendo el análisis del sacerdote y teólogo Sayés: en primer lugar, y a diferencia de las multiplicaciones de los panes relatadas por los evangelios sinópticos, es el mismo Cristo quien distribuye el pan; es tan importante la posición de los panes, que casi desaparecen los peces del relato; la frase "tómo los panes, dio gracias y los distribuyó" representa claramente la celebración eucarística; se usa además el verbo eucharistésas, muy utilizado por la Iglesia primitiva; Cristo da la orden de que se recogan los pedazos de pan para que no se pierda nada (12); para terminar, en el versículo 23 ya no se habla de panes, sino de pan, en nítida referencia al pan eucarístico.

 

           Y es que la Eucaristía es la prolongación del milagro de la Encarnación, Dios entre nosotros... 

           ¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del Altar! ¡Sea por siempre bendito y alabado!

 

Fuentes:

  • Sayés, José Antonio; El Misterio Eucarístico; Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1986.     
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11 julio 2013 4 11 /07 /julio /2013 00:39

     Hoy hablamos de la desviación dogmática que presentó la famosa herejía cátara respecto a la Eucaristía. Este movimiento heterodoxo (siglos XII-XIII, presente sobre todo en la región francesa del Languedoc), con su característico dualismo (que hundía sus raíces siglos e incluso milenios atrás -pensemos en el Zoroastrismo, también llamado Dualismo Mazdeísta-), rechazaba todo lo referente al mundo material. La Iglesia, desde sus primeros tiempos -ya observamos esta característica en el Evangelio de San Juan-, vio en la Eucaristía una prolongación de la Encarnación de Cristo. Los cátaros, con su desprecio hacia esas ideas "materiales", tales como la Encarnación del propio Dios u otras, atacaban evidentemente al Sacramento de la Eucaristía, en el cual según su modo de ver para nada se encontraba realmente presente Jesucristo.

 

     ¡Bendito sea Cristo, presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en el pan y el vino!

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1 julio 2013 1 01 /07 /julio /2013 01:29

        A fines del siglo XIV y principios del XV, vivió en Bohemia un sacerdote llamado Juan Hus. Predicador en la capilla de Belén de Praga y rector de su floreciente universidad, Hus encarnó, en palabras de Emilio Mitre, "los amplios deseos de reforma de la sociedad checa". Se suele pensar que el "reformador" bohemio estuvo fuertemente influenciado por las tesis del profesor de Oxford Juan Wyclef (1330-1384), pero no todos los historiadores están de acuedo con esta afirmación.

          Juan Hus criticó airadamente el modelo de indulgencias, así como la simonía eclesiástica, defendiendo a la  vez su visión de la Iglesia como comunidad de predestinados. Muerto en la hoguera en 1415, sus seguidores se dividieron en dos bandos: el primero, más moderado, estaba encabezado por la nobleza y la alta burguesía, y expusieron sus ideales en los llamados Cuatro artículos de Praga; eran los llamados utraquistas o calicistas. El segundo grupo, bastante más radical, deseaba una sociedad igualitarista, según las ideas milenaristas; esta facción se levantó en armas, montando una auténtica revolución. Finalmente, los utraquistas pactaron con el Papado, que accedió a respetar los Cuatro artículos de Praga (libre predicación en checo, comunión bajo las dos especies para todos los fieles, castigo de los pecados públicos y retorno a la pobreza original -Emilio Mitre-); así, la rama más exacervada cayó derrotada en 1424 en Lipany.

         Pero estamos en nuestra sección acerca de los errores doctrinales que se han defendido a lo largo de la Historia en torno a la Eucaristía, y por ellos vamos a centrarnos en uno de los puntos defendidos arduamente por Juan Hus: la comunión bajo las dos especies: pan y vino. La Madre Iglesia, en el Concilio de Constanza (1415), dejó el asunto bien claro: estaba  permitido para los laicos comulgar bajo las dos especias, siempre que fuera con el sometimiento a la autoridad eclesiástica. Aún más, se toleraba esta práctica (que la Iglesia sólo abandonó en el siglo XIII, y no porque le pareciera mal que los laicos tomaran la Sangre de Cristo mediante el vino, sino más bien por motivos prácticos), pero se afirmó tajantemente que Cristo estaba presente, en Cuerpo como en Sangre, tanto en el pan como en el vino. Por eso, quien comulgaba sólo bajo la especie del pan, estaba tomando el Ser de Cristo en su totalidad. No olvidemos que ya la Iglesia primitiva creía que bastaba con comulgar bajo una sola especie para recibir a Cristo entero; como acertadamente apunta el doctor en Teología-Liturgia A. González Fuente, en la Eucaristía que seguía al Bautismo de los niños recién nacidos, éstos comulgaban bajo la sola especie del vino, a través de unas gotitas que se soltaban en su boca. Ése era el auténtico peligro que presentaba Juan Hus en sus  ideas acerca de la Eucaristía, ya que Cristo está presente de forma completa en cada pedazito de pan, en cada gotita de vino consagrados.

         ¡Bendito sea Cristo, presente en Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad en las especies del pan y del vino! ¡¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del Altar! 

 

Fuentes: 

  • Claramunt, S., Portela, E., González, M. y Mitre, E.; Historia de la Edad Media; Ariel, Barcelona, 1999.
  • Sayés, José Antonio; El Misterio Eucarístico; Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1986.
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17 junio 2013 1 17 /06 /junio /2013 23:33

     Hubo un famoso hereje, de figura aún hoy día controvertida, nacido en Hispania en el siglo IV, que se llamó Prisciliano y fue obispo de Ávila. Se cuenta de él y de sus seguidores, aparte de muchas otras desviaciones religiosas, que consagraban en la Eucaristía con uvas o incluso con leche, en lugar de vino. Y ojo, como nos recuerda Menéndez y Pelayo en su famosísima Historia de los heterodoxos españoles, esta práctica aún existía en el 675, cuando se celebró el III Concilio Bracarense, que la condenó; no olvidemos que el Priscilianismo perduró en tierras de Galicia nada más y nada menos que tres siglos.

       También poseemos el dato, que recojo del teólogo Johannes Betz, de que los montanistas, herejía que tuvo en Tertuliano (c. 160- c. 220) uno de sus más insignes miembros, realizaban el banquete eucarístico con queso.

       Resulta innecesario entrar en detalles del porqué estas prácticas eran heréticas: todos sabemos que los cuatro relatos que se conservan de la institución de la Eucaristía (Mc 14, 22-25; Mt 26, 26-29; Lc 22, 19-20; 1Co, 11, 23-25) hablan de cómo Cristo consagró el pan y el vino en su Cuerpo y en su Sangre.

       ¡Adorado sea el Santísimo Sacramento del altar!

Fuentes:

  • Menéndez y Pelayo, Marcelino; Historia de los heterodoxos españoles; Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2003.
  • Miret Magdalena, Enrique (prol.); Diccionario de las religiones, k-z; Espasa Calpe, Madrid, 1998.
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9 junio 2013 7 09 /06 /junio /2013 21:09

      Las revelaciones que la monja polaca Santa María Faustina Kowalska (1905-1938) vivió, y que recogió en su famoso Diario, son un auténtico mensaje de esperanza para el hombre moderno, tan alejado de Dios voluntariamente, pero a la vez tan inmerso en la desesperación (no hay nada más que ver cómo ha aumentado en nuestros días el número de suicidios, depresiones y consultas de psicólogos). Cristo quiso que Santa María Faustina fuera la secretaria de Mi misericordia; te he escogido para este cargo en ésta y en la vida futura (Diario, 1605). El objetivo de Nuestro Señor no era otro que enviar a la humilde sierva polaca a toda la humanidad con Mi misericordia. No quiero castigar a la humanidad doliente, sino que deseo sanarla, abrazarla a Mi Corazón misericordioso (Diario, 1588).

        El padre y teólogo Ignacy Rózycki, experto mundial en el análisis del mensaje divino a Santa María Faustina Kowalska, destaca cinco prácticas fundamentales en la devoción a la Divina Misericordia: la imagen de Jesús Misericordioso -que encontramos en nuestras iglesias-, la Fiesta de la Divina Misericordia -el primer domingo posterior a la Pascua de Resurrección-, la Hora de la Misericordia -las tres de la tarde, instante de la muerte de Cristo-, la propagación de la devoción a la Divina Misericordia, y la Coronilla a la misma. En este artículo vamos a centrarnos en esta última: la Coronilla a la Divina Misericordia.

        Esta oración fue revelada por Cristo a la santa entre el 13 y el 14 de septiembre de 1935, cuando Faustina se encontraba en Vilna, con el objeto de frenar la ira divina contra la humanidad a causa de sus pecados. Escuchó una voz interior que le decía: 

Cuantas veces entres en la capilla, reza en seguida esta oración que te enseñé ayer. 

Esta oración es para aplacar Mi ira, la rezarás durante nueve días con un rosario común, del modo siguiente: primero rezarás una vez el Padre nuestro y el Ave María y el Credo, después, en las cuentas correspondientes al Padre nuestro, dirás las siguientes palabras: Padre Eterno, Te ofrezco el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Tu Amadísimo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, como propiciación de nuestros pecados y los del mundo entero; en las cuentas del Ave María, dirás las siguientes palabras: Por su dolorosa Pasión, ten misericordia de nosotros y del mundo entero. Para terminar, dirás tres veces estas palabras: Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ten piedad de nosotros y del mundo entero (Diario, 476).

         Para comprendernos: se comienza rezando un Padre nuestro, un Ave María y un Credo, y luego en lugar de los misterios del Rosario común, rezamos cinco decenas (pero sin nombrar los misterios), con las oraciones que hemos citado anteriormente (que sustituyen a las normales del Rosarios -es decir, no se reza el Padre nuestro y la nueva de la Coronilla, sino sólo la nueva-). Al finalizar las cinco decenas, se reza tres veces la oración Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal...

          Los premios que recibirán los que recen esta Coronilla son impresionantes, pero no se quedan ahí, sino que también abarcarán, por ejemplo, a los moribundos junto a los que se rece. Le dijo Nuestro Señor: A las almas que recen esta Coronilla, Mi misericordia las envolverá en vida y especialmente a la hora de la muerte (Diario, 754). En otro pasaje del Diario, cuenta la "secretaria" de la Divina Misericordia que tras estar junto a una persona agonizante, escuchó en su alma que le decían: Reza la coronilla que te he enseñado (Diario, 810). Fue rápidamente a por el rosario y se arrodilló junto a la moribunda, para rezar la oración que la divinidad le había comunicado. Entonces, nos cuenta Santa María Faustina, de súbito la agonizante abrió los ojos y me miró, y no alcancé a rezar toda la coronilla porque ella murió con una misteriosa serenidad. (...). El Señor me hizo saber que aquella alma recibió la gracia que el Señor me había prometido. (...). Sentí cómo la fortaleza de la misericordia cubría aquella alma (Diario, 810). Cuando la santa se retiró y se quedó a solas, escuchó del Padre Celestial las siguientes palabras: Defenderé como Mi gloria a cada alma que rece esta Coronilla en la hora de la muerte, o cuando los demás la recen junto al agonizante, quienes obtendrán el mismo perdón. Cuando cerca de un agonizante es rezada esta Coronilla, se aplaca la ira divina y la insondable misericordia envuelve al alma y se conmueven las entrañas de Mi misericordia por la dolorosa Pasión de Mi Hijo (Diario, 811).

          ¿Somos conscientes, no ya todos los hombres, sino los propios católicos, de la infinita bondad y misericordia de la Santísima Trinidad para con sus hijos? ¿Caemos en la cuenta de que Cristo está deseando que acudamos a su Divina Misericordia, a Él, para perdonárnoslo todo, absolutamente todo? ¿Comprendemos el maravilloso poder que el Padre ha otorgado a la oración, por los méritos de la Pasión de su Hijo Único? Más aún, ¿conocemos el mensaje que la Santísima Trinidad reveló a Santa María Faustina Kowalska, y más concretamente, las promesas que realiza a los que recen la Coronilla de la Divina Misericordia? 

          Abuelita, que Aquél que en su infinita misericordia siempre cumple sus promesas, te acoja en su seno para toda la eternidad. ¡Bendito sea Cristo misericordioso!

 

Fuentes:

  •  María Faustina Kowalska, Santa; La Divina Misericordia en mi alma. Diario de Santa María Faustina Kowalska; Marian Press, 1996.
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28 mayo 2013 2 28 /05 /mayo /2013 19:37

       Hay noticias desde la Edad Media acerca de las que se solían llamar "manías danzantes". Estas enfermedades, también llamadas coreas por el alquimista Paracelso en el siglo XVI, provocaban un movimiento incontrolado del cuerpo, parecido al que se lleva a cabo al bailar (la palabra corea proviene del término latino chorea, que significa baile). En aquellos tiempos se consideraba que la causa de dichas enfermedades era el pecado. La doctora en Neurociencias Carmen Agustín Pavón nos comenta, además de todos los datos anteriores, que la única posibilidad de curación para esos males eran las peregrinaciones a los santos que se encargaban de la protección de los enfermos. Los "dedicados" al cuidado de esos hombres que sufrían de corea eran San Juan, San Antonio y, en los territorios alemanes y eslavos, San Vito.

       ¿Y por qué San Vito? Pues muy fácil. San Vito fue un mártir siciliano que presenta una conexión con el arte del baile que al parecer es bastante antigua (no en vano se le considera el patrón de los bailarines). 

        Yo creo que lo más importante de este tema, además de conocer las tradiciones cristianas, y por tanto, conocernos  nosotros mismos un poco mejor, es observar cómo siglos atrás la fe religiosa lo abarcaba todo, impregnando todas las capas de la sociedad y de nuestras vidas. Hoy día, en cambio, hemos expulsado a Dios de nuestro día a día... ¿Hemos salido ganando? Sinceramente, creo que salta a la vista que no...

        ¡Bendito sea Dios en sus santos!

 

Fuentes:

  • Agustín Pavón, Carmen; La manía danzante, en Historia y Vida, nº. 543; Prisma Publicaciones 2002, Barcelona, 2013.
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