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9 enero 2011 7 09 /01 /enero /2011 14:38

      Hoy, último domingo de Navidad, celebramos todo el pueblo católico la fiesta del Bautismo del Señor. Como decimos, pone fin a las fiestas de Navidad y Epifanía, a la vez que consituye ya el primer domingo del tiempo ordinario, por lo que está a caballo entre los dos tiempos litúrgicos. Fue en 1969 cuando se puso esta fiesta en la localización que tiene hoy día en el calendario. Pero su celebración es antiquísima, ya que la encontramos en los primeros siglos del Cristianismo, sobre todo en parte de la sección oriental de la Iglesia, que la celebraba el 6 de enero, junto con la Navidad y la Epifanía. Al parecer, era un día asociado en Egipto al nacimiento del dios Eón, también a Osiris, y en el Imperio Romano, a Dioniso y se decía que las aguas del Nilo adquirían propiedades mágicas. Fuera de estos orígenes paganos, que fueron convenientemente cristianizados, podemos preguntarnos, ¿qué sentido tiene la fiesta del Bautismo en relación con la Navidad y la Epifanía? Pues que es una de la distintas Epifanías que celebra la Iglesia. Epifanía quiere decir manifestación; y tras la fiesta de la Navidad, en que Dios  nace y es adorado por el pueblo judío, y la de los Reyes Magos, cuando Jesús es adorado por los gentiles, celebramos esta nueva manifestación de Jesús, en la que es ungido por el Espíritu Santo como Mesías, Cristo, y muestra su divinidad en todo su esplendor (Mt 3, 13-17).

     Como Benedicto XVI nos cuenta en su libro Jesús de Nazaret, este rito al que se somete Jesús está cargado de un fuerte simbolismo. Al principio, que Jesucristo, siendo Dios,  se acogiera al Bautismo que proporcionaba Juan, resultó muy extraño para sus discípulos; pero pronto fue comprendido cuando se puso en relación con la muerte redentora y la Resurrección de Nuestro Señor: Cristo quiso cargar con todos nuestros pecados, entrar en el abismo en el que nos encontrábamos (siempre sin pecar), asumiendo así de pleno toda nuestra naturaleza. Es ahí donde el Bautismo de Jesús cobra todo su significado; Él se sumerge en el agua aceptando todas las miserias del hombre, y con su salida de la misma, reprensenta el renacer que con su Resurrección traería al ser humano: es la muerte, para nacer a la nueva vida que Él nos da. Así, San Pablo nos dice: ¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con Él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (Rm 6, 3-4).

    ¿Somos conscientes de que mediante nuestro bautismo, morimos al pecado y somos ungidos hijos de Dios? Hemos nacido a una vida nueva, y a tal condición de hijos de Dios debe corresponder nuestro comportamiento. ¿Seguimos acaso inmersos en una vida de pecado, como si el Espíritu que mora en nuestro cuerpo no hubiera actuado?; o mejor dicho, ¿dejamos que Él nos transforme? De no ser así, no somos dignos de participar en el Santísimo Sacramento, por el que el mismo Cristo se nos da en cuerpo, alma y divinidad.

 

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6 enero 2011 4 06 /01 /enero /2011 22:07

       ¿Cambia nuestra vida tras conocer a Jesús, tras ver su Gloria en medio del mundo, o tras un primer ímpetu terminamos volviendo a nuestras viejas costumbres, como ocurre con el grano del sembrador (parábola del sembrador, Lc 8, 4-15) que cae sobre piedra, que por falta de humedad, termina secándose (Lc 8, 6)? ¿O estamos en el grupo de los que escuchan la palabra, pero por los avatares de la vida terminan cediendo al pecado? Los Reyes Magos, tras adorar al Niño Jesús, cambiaron tan completamente de vida, que no vuelven a su país de origen por Jerusalén, donde los esperaba Herodes, sino que lo hacen por otro camino: es la nueva vida que nos da el encuentro cercano con Nuestro Señor Jesucristo.

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5 enero 2011 3 05 /01 /enero /2011 11:28

         Ya vienen los Reyes... Esta noche pasarán por millones de hogares dejando un regero de ilusión, sobre todo entre los más pequeños. ¿Pero qué celebramos los católicos en la fiesta de la Epifanía, conocida más vulgarmente como el día de los Reyes Magos? Pues ni más ni menos que la manifestación (eso quiere decir la palabra Epifanía) de Dios, de Jesús, a todos los pueblos del mundo, que de todos los rincones del orbe están llamados a adorarle como único Señor. El 25 Cristo se manifestó al pueblo judío con su nacimiento, y mañana, día 6, lo hace ante todo el mundo, ante los gentiles; el próximo domingo, Cristo se presentará con su divinidad mediante la fiesta del Bautismo.

         ¿Pero quiénes era en verdad los Reyes Magos? La tradición les ha dado los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, que ya aparecen en un mosaico de Rávena del siglo VI, y posiblemente fueran tres (tal como muestra la tumba de la Catedral de Colonia), lo cual se supone del Evangelio de Mateo (2, 11), al indicar que los presentes que le traían eran oro, incienso, y mirra. ¿Pero quiénes eran en realidad los llamados Reyes Magos? El citado Evangelio de Mateo los califica como unos magos venidos de Oriente (Mt 2, 1). La teoría que parece ser la cierta es la que los describe como sacerdotes zoroástricos (religión persa generasa por el profeta Zoroastro). Hay que tener en cuenta que ya Zoroastro había profetizado el nacimiento de un Mesías, y que la palabra mago proviene del griego y del latín, magoi y magi, respectivamente, que a su vez provenía del vocalbo persa magu. La palabra mago podía hacer referencia en las culturas antiguas tanto a astrólogo, astrónomo, adivinos, sacerdote, y más concretamente, podía hacer referencia a los sacerdotes zoroástricos. Si a estos argumentos le sumamos que las representaciones artísticas más antiguas de los Reyes Magos los visten con los atuendos típicos persas (gorros frigios, etc.), todo parece encajar.  Lo que ocurrió fue que en el Cristianismo de los primeros siglos, el término mago tenía connotaciones muy negativas (por la relación con el personaje de Simó el Mago...), y ya a partir del siglo III, con Tertuliano, empezó a surgir la idea de que eran reyes.

         Aún así, hay teorías que sitúan su origen en Babilonia, en Persia de nuevo (pero como sacerdotes mitraicos) o las que a cada uno le aportan una procedencia, tal y como nos ha legado la tradición en nuestros días. Ya en el Evangelio Armenio de la Infancia, del siglo VI, sitúa a Melkon (Melchor) como rey de los persas, Gaspar como rey de la India, y a Baltasar como monarca de Arabia. Con ellos se quería expresar la universalidad de la llamada de Cristo. 

         Por otra parte, debemos ver la gran simbología que encierra la adoración de los Reyes Magos, aparte de la amplitud del mensaje del Señor. Estos hombres eran sabios de la época, que conocían las profecías, y sabían interpretar los signos del cielo. Y no olvidemos que la estrella simboliza la fe: nos guía hacia Dios, nos hace buscarlo constantemente, y a veces desaparece, pero es entonces cuando más debemos perseverar. Podemos decir sin temor a equivocarnos, que llegaron a Dios a través del conocimiento y de la fe. Es la tan anhelada unión entre fe y razón ¡Que ellos intercedan por la Santa Iglesia Católica, para que sus hijos sepamos servirnos de la razón para acercarnos más aún a Nuestro Señor, guiados por la estrella de la fe que Cristo nos regala!

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4 enero 2011 2 04 /01 /enero /2011 14:54

Las Navidades son unas fiestas alegres; celebramos la venida al mundo de nada más y nada menos que del Hijo de Dios, Nuestro Señor Jesucristo, Dios de Dios, Luz de Luz...  Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros (...) (Jn 1, 14); la salvación vino a nuestra casa, Dios se hace uno de los nuestros, ¿cómo no íbamos a celebrarlo? Y aunque la Iglesia en un principio estaba articulada completamente en torno a la Resurrección de Cristo, poco a poco, y sobre todo en el siglo IV (siendo San Francisco de Asís más tarde, en el siglo XIII una especia de "Apóstol de la Navidad"), cuando aparece la fiesta litúrgica, la Iglesia comprendió la necesidad de festejar el Nacimiento de Jesucristo, porque es el verdadero inicio de la culminación de la Historia de la Salvación. Para redimir al género humano, Dios quiso cargar con nuestros pecados, dar su vida en sacrificio por nosotros para que tuviéramos vida eterna, y mostrarno lo que verdaderamente es el hombre, porque ningún hombre hubo, hay, ni habrá como Jesús; pero para todo esto, evidentemente, tenía que encarnarse, y así fue. He ahí la importancia de la Navidad.

Dicho esto, no debemos olvidar que la auténtica victoria sobre la muerte y el pecado viene con la pasión, muerte y Resurrección de Cristo. Nada hubiera valido entonces. Como dijo San Pablo, Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana: estáis todavía en vuestros pecados (1Co, 15, 17). Por tanto, aún en estas fechas navideñas, como en el resto del año litúrgico, debemos tener en cuenta esto; de hecho, también en este tiempo, la liturgia gira en torno al Santo Sacrificio de la Eucaristía. No quiere decir que la Navidad no pueda festejarse, faltaría más; hay que estar alegres y contentos, porque nos ha nacido un Salvador; si así lo dijo el Ángel a los pastores, ¿cómo íbamos a estar nosotros de luto? ¡Si es para saltar de alegría, y tocar la zambomba, la pandereta, y comer mantecados (y os aconsejo los roscos de vino de El Cid, marca malagueña)! Pero siempre sin perder de vista que la Navidad, el Nacimiento de nuestro Redentor, es el comienzo de la implantación del Reino de Dios, que tiene su punto álgido (hasta que llegue la segunda venida) en la Resurrección del Hijo de Dios. El arte cristiano ha sabido interpretar desde siempre en este sentido toda la vida de Jesús, incluído su Nacimiento e iInfancia. No hay más que pensar, por ejemplo, en los llamados Niños de Pasión barrocos que podemos contemplar en el Museo de Arte Sacro de la Abadía de Santa Ana del Císter (esculturas del Niño Jesús que parecen predecir su muerte redentora  -corona de espina, etc.-), o el mismísimo icono bizantino de la Virgen del Perpetuo Socorro, al menos del siglo XV, en el que la Virgen María sale con Jesús en brazos, en postura de haber llegado corriendo asustado (se le cae el calzado de un pie), y sobre ellos aparecen los arcángeles Miguel y Gabriel, con los atributos de la pasión (esponja -para el vinagre-, la lanza, la cruz y los clavos). ¿Y qué decir de la tradición popular, recogida en el villancico tan famoso para los españoles de Dime niño de quién eres? ¿Recordáis la letra?

 

Dime Niño de quien eres
y si te llamas Jesús.
Soy amor en el pesebre
y sufrimiento en la Cruz.

 

Por tanto, celebremos la Navidad, con alegría y felicidad, como el Niño Jesús merece, pero siempre con la vista puesta en la Resurrección del Redentor Nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, el mismo Dios.

 

Museo del Císter

Niño Jesús de la Espina, obra de taller malagueño del siglo XVII.

Museo de Arte Sacro, Abadía del Císter, Málaga

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2 enero 2011 7 02 /01 /enero /2011 15:26

         Los católicos celebramos el 2 de enero el día de San Basilio (323-379 -aprox.-), Doctor de la Iglesia, arzobispo de Cesarea, y gran teólogo y profesor, redactó también una regla monacal. Para nosotros no tiene en verdad ninguna significación especial en tiempos de la Navidad ( a no ser entre los católicos de rito griego..., la verdad que no lo sé), pero sí en la Iglesia Ortodoxa, donde debido a su fama de gran caridad, es el encargado de repartir los regalos en países como Grecia y Chipre, lo cual es realizado en la nochevieja.

         En cuanto a los regalos, ya se acerca el día de Reyes (jaja, respetando siempre los que reciban los regalos de Papá Noel por Navidad -el gran San Nicolás de Bari-, o de manos del Niño Jesús en países como Austria, o de parte de la Bruja Befana en Italia...) ¿Somos conscientes de cómo hemos de educar a nuestros hijos de forma verdaderamente cristiana en esta costumbre? ¿Les explicamos cuál es el verdadero regalo que nos ha trae la Navidad? ¿Les enseñamos que hay niños que no tienen tanta suerte como ellos, para que se acostumbren a compartir?

        Que San Basilio, figura importantísima tanto en la Iglesia Católica (la verdadera fe) como entre nuestros hermanos ortodoxos, interceda por ambos pueblos de cara a la unidad tan deseada por Nuestro Señor Jesucristo. ¡Que todos seamos uno!

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1 enero 2011 6 01 /01 /enero /2011 14:14

       El primer día del año los católicos celebramos el día de Santa María Madre de Dios. Es una forma de comenzar el año bajo la protección de nuestra Santa Madre la Virgen. Evidentemente, la elección de esta fecha para esta fiesta no es casual. Antes del Concilio Vaticano II, la Maternidad Divina de María se celebraba el 11 de octubre. Pero Pablo VI la pasó al acutal primera jornada del año, día en que se celebraba la Circunción de Jesús, al octavo día de su nacimiento, tal como nos relata Lucas en su Evangelio (Lc 2, 21). Y la verdad sea dicha, el festejo de la Maternidad Divina de María encaja perfectamente con el tiempo litúrgido navideño, en el cual celebramos el nacimiento de Dios. Hay que tener en cuenta que siendo fiel a su creencia de que aún sin conocer la Verdad plena de Cristo, otras tradiciones religiosas podían haber llegado a parte de esa Verdad por la búsqueda que cada corazón hace de Dios (unión fe-razón, clave del éxito del Cristianismo), la Iglesia consideró oportuno convertir las fiestas paganas de principios del año en honor a Juno, llenas de desenfreno, en una fiesta cristiana, recordando la circuncisión de Jesús. Lo cual, mucho ojo, no quiere decir que no sea cierto que Cristo fue circuncidado a los ocho días de su nacimiento, como era costumbre entre los israelitas; ¡que a veces somos muy proclives a confundir conceptos!

       También tiene lugar hoy la Jornada Mundial de la Paz, instituida por el mismo Pablo VI. Cristo, verdadero Príncipe de la Paz, viene al mundo a acabar con las diviones entre los hombres: un solo Señor, una sola fe... Recémosle a María, para que como Madre de Aquél que nos trae la auténtica paz, interceda por todos los hombres, y por la unidad de todos los cristianos. ¡María, igual que tú guardabas todas aquellas cosas en tu corazón, haz que contemplando el misterio del Nacimiento de Nuestro Señor, cambien nuestras necesitadas almas, y queden rebosantes de Esperanza!

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31 diciembre 2010 5 31 /12 /diciembre /2010 02:34

 

Está claro que el origen de la fiesta de fin de año es pagano. Debemos considerar que en un principio ésta nada tenía que ver con la Navidad, ya que el año nuevo tenía su inicio más bien el 25 de marzo (en algunos lugares permaneció esta costumbre hasta bastantes siglos después, con la entrada de la primavera (aproximadamente), que era cuando la naturaleza se regeneraba. En el Imperio Romano no se estableció el 1 de enero como entrada del nuevo año hasta el siglo II a.C. Éste mes (Ianuarius en latín) estaba dedicado a Jano (esto se ve más claramente en el nombre inglés del mes, January), Dios que era representado con dos caras, de las cuales se suponía que una miraba al recién que había terminado y la otra, al que acababa de empezar. Dedicadas a Jano se celebraban con las kalendas de enero unas fiestas en las que se comía y bebía en exceso. Para cristianizar estas fiestas, la Iglesia potenció la fiesta de San Silvestre (314-335) el 31 de diciembre, que no era ni más ni menos que el primer Papa elegido después de que Constantino legalizara el Cristianismo con el Edicto de Milán (313); era el Papa que simbolizaba el paso de un mundo viejo a un mundo nuevo, por lo que encajó perfectamente con la simbología del dios Jano.

Es con lo que los católicos nos debemos quedar. Para nosotros no tiene ningún sentido festejar un simple cambio cíclico, sin más ni más. Debemos verlo desde la óptica del reciente nacimiento de Jesús; Él nos trae una vida nueva, su nacimiento significa verdaderamente el comienzo de una nueva etapa en la Historia del hombre. La fiesta de Año Nuevo no tiene ningún sentido si no la incardinamos en el contexto de la Navidad, del renacer del hombre, que se verá culminado con la muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

¡Que Dios os conceda por medio de la intercesión de su Santísima Madre María y del Santo Padre San Silvestre I un feliz año!

 

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28 diciembre 2010 2 28 /12 /diciembre /2010 15:22

         Los Santos Inocentes fueron los niños menores de dos años de Belén que, según nos cuenta el Evangelio de Mateo, mandó matar Herodes el Grande cuando escuchó de boca de los magos que el objetivo de su viaje era la búsqueda del rey de los judíos que había nacido. Tras verse traicionados por éstos, que no cumplieron la petición de Herodes, y volvieron a su tierra sin pasar por Jerusalén, el tirano montó en cólera, y mandó realizar la matanza en la aldea en que había nacido Cristo.

        Hay quien desmiente la  historicidad de este acontecimiento. La verdad sea dicha, sólo el Evangelio de Mateo nos ha legado el dato; el historiador judío Flavio Josefo no hace referencia al hecho, pero no es menos cierto, como nos dice Vicente Balaguer, profesor de la Facultad de Teología en la Universidad de Navarra, que Belén era una población pequeña, por lo que la "fama" de la matanza tal vez no cruzó apenas las fronteras de aquella diminuta localidad; además, como muy bien apunta el mismo autor, tan bárbaro acto encaja perfectamente con otras "animaladas" cometidas por Herdoes, en este caso sí descritas por Josefo. De la misma opinión es Benedicto XVI, quien nos recuerda que Herodes el Tetrarca había matado a tres hijos suyos, por miedo a perder el poder: Alejandro, Aristóbulo y Antípater. 
       Por otro lado, debemos señalar, aludiendo al trabajo de Benedicto XVI, La Infancia de Jesús, que otros autores dudan de la veracidad del relato de Mateo acerca de la matanza de los inocentes, porque creen que la narración es una especie de esquema ya formado en aquél entonces, que vendría a tratar el tema del "niño regio perseguido", aplicado por ejemplo a Moisés. Pero el Santo Padre no ve nada clara esta teoría, ya que el documento que más similitudes aguarda con el relato de Mateo, y el más cercano en el tiempo, la haggadah de Moisés de Flavio Josefo, es posiblemente posterior al Evangelio de Mateo (aunque eso sí, recoge tradiciones anteriores). Además, incide el Papa, a pesar de sus semejanzas con los pasajes del Evangelio (recordemos que la haggadah transmitida por Josefo habla de un Moisés que, a diferencia de lo que cuenta la Biblia, habría sufrido la persecución por ser avisado el Faraón de parte de los expertos en las Sagradas Escrituras acerca de que a los judíos debía nacerles un rey que acabaría con el Imperio Egipcio, por lo que aquél mandó matar a todos los recién nacidos del pueblo elegido, siendo alertado el padre de Moisés en sueños por Dios), las diferencias son notables.

      ¿Y qué sentido tiene hoy día esta fiesta, fuera del recordatorio de aquella barbarie? Pues en primer lugar, ver cómo nadie puede torcer los planes de Dios, que no permitió que nada le pasara a nuestro Salvador. Y por otro lado, el recordar a todos los que, inocentemente, han perdido su vida a lo largo de la Historia, sin ni siquiera tener la oportunidad de mostrar su fidelidad al Señor. ¿Acaso la lacra del aborto no constituye en nuestros días una matanza de inocentes tan cruel como la que llevó a cabo Herodes?: personas indefensas y carentes de culpa a las que ni tan sólo se les ha dado la oportunidad de salir del seno materno, pero que ya antes de nacer son infinitamente amadas por Dios. No pudimos salvar a los Santo Inocentes de Belén, pero sí podemos hacer mucho por salvar a los nuevos santos inocentes, a tantos niños que son asesinados cruelmente, incluso torturados y esclavizados en este tiempo que nos ha tocado vivir. ¡Honor a los Santos Inocentes! 

 

Fuentes:

  • Benedicto XVI. Ratzinger, Joseph; La infancia de Jesús; Planeta, Barcelona, 2012. 
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26 diciembre 2010 7 26 /12 /diciembre /2010 20:48

        Además de celebrar hoy día 26 de diciembre la fiesta de la Sagrada Familia, por ser el primer domingo después de la Navidad, también tenemos el día de San Esteban, el primer mártir del Cristianismo, y uno de los siete diáconos que los apóstoles nombraron. Aunque en algunos puntos del orbe no nos lo parezca, el día de San Esteban, 26 de diciembre, lleva siglos siendo un punto importante en el transcurso de la Navidad, sobre todo en Reino Unido y otros países de tradición inglesa, además de algún otro sitio como Cataluña (España), donde el día es fiesta. En los países de influencia británica es un día dedicado a la caridad; no olvidemos que los diáconos fueron elegidos para ocuparse del ejercicio de la caridad en la Iglesia primitiva. Ya desde la Edad Media, en el Boxing Day ("Día de la Cajas"), como ellos lo llaman, las Iglesias abrían sus cajas o cepillos para entregar el dinero a los más necesitados. Independientemente de la cristianización de fiestas y elementos paganos tales como las saturnalias (celebradas en el Imperio Romano por estas fechas, en las que también se realizaban regalos...), la Navidad es tiempo de amor, de caridad, y de paz. Como nos recordó en su día Benedicto XVI, en medio de un mundo violento, nada más y nada menos que el Creador del Mundo nace en un pesebre, lejos de todo boato, por puro amor; Dios, que es Amor, se da al hombre para enseñarle el camino a seguir, el camino de la entrega a los demás. En este contexto, el día de San Esteban adquiere un profundo sentido navideño. Ciertamente, a todos en estas épocas nos embarga un sentimiento de caridad hacia el prójimo, sobre todo hacia los más necesitados. ¿Pero nos quedamos en eso, sin extender este espíritu al resto del año? La Navidad debe ser una "recarga de nuestras pilas" de la esperanza, del amor a nuestros hermanos, en especial a los más pobres (en todos los sentidos) que debe durar el resto del año. Fíjemonos en San Francisco de Asís, tan amante de estas fiestas, y que dedicó su vida a entregarse a los demás ¡Que la contemplación del Niño Dios en el pesebre nos impregne de su infinito amor!

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26 diciembre 2010 7 26 /12 /diciembre /2010 15:00

        Hoy día 26 de diciembre, domingo siguiente a la Navidad, celebramos el día de la Sagrada Familia. Poco se sabe de los primeros años de vida de Jesús, en compañía de sus padres. Ni siquiera sabemos cuándo muere San José (porque se intuye que en el transcurrir de su vida pública ya estaba muerto, por el silencio de los Evangelios). Lo que sí sabemos, por los pocos pasajes de los Evangelios de Lucas y Mateo que tratan de la infancia de Jesús, es la profunda unión que vivían los miembros de aquella santa familia. En estos duros tiempos que corren para la institución familiar (por ejemplo, en España, donde ha sufrido una tremenda devaluación), es necesario que fijemos nuestra vista en la Sagrada Familia para encontrar una guía en nuestra vida, en las complicaciones que hoy día se nos presentan. Meditando el devenir de Jesús, José y María, ya no tendremos miedo a lo que nos pueda pasar, porque sabemos que ellos, la familia por antonomasia, superaron todo tipo de obstáculos: falta de caridad de sus hermanos (Cristo nació en una gruta, porque no había sitio para ellos en la posada de Belén), tuvieron que emigrar de su tierra (ante la persecución de Herodes), el Niño Jesús desaparece cuando volvían de Jerusalén, ya que se quedó en la casa de su Padre... ¿A qué podemos temer, si ellos resistieron todos los embites que el Enemigo les impuso? Que nuestras familias sean imagen de aquélla.

      En este día de la Sagrada Familia, ¡la intercesión de San José, la Virgen María, y la bendición del Niño Dios, del que acabamos de celebrar su nacimiento sea con vosotros!

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